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La meta de 15%, complicada

Si el BCRA logra una inflación entre puntas perceptiblemente superior a 15%, pero inferior a 20%, puede darse por hecho

16 febrero de 2018

Por Gabriel Caamaño Gómez Consultora Ledesma

Los datos de inflación del primer mes del año estuvieron en línea con las previsiones del mercado. El IPC Nacional mostró un alza de 1,8% mensual y una acumulada durante los últimos doce meses de 25%. Dicho de otra manera: podemos estimar que la tasa de inflación interanual volvió a niveles similares a los que había promediado durante el segundo trimestre de 2017 (empalmando series).

Aún más, con este registro de 1,8% mensual en enero 2018, la tasa de inflación promedio mensual de los próximos once meses debería ubicarse en torno o por debajo de 1,2% para que la meta sea alcanzable.

En tanto, sí además consideramos que la expectativa de inflación mensual (mediana) del último REM se ubicó en 2,1% para febrero 2018, es decir, un acumulado esperado de 3,9% para el primer bimestre, el alza promedio mensual de los últimos diez meses de 2018 no debería superar el 1% para alcanzar la meta de 15%. Muy difícil.

Claramente, no se puede obviar que una parte considerable del aumento mensual y acumulado estuvo explicado por los incrementos de los precios de los bienes y servicios regulados (transporte y salud, entre lo más relevantes), lo que en buena medida tiene que ver con una corrección gradual de precios relativos después de muchos años de atraso, que excede a las tarifas de los servicios públicos, pero no llega a incluir a todos los regulados.

En particular, el alza mensual de los precios regulados fue de 2,1% y la interanual se ubicó en 39,1%. En consecuencia, dicho subgrupo aportó 0,3 puntos a la variación mensual total (poco menos de 1/5) y 8,3 puntos a la interanual (un tercio).

Los estacionales también tuvieron un rol relevante en la variación mensual al experimentar un alza de 2,7%, apuntalada por componentes de los rubros turismo y ocio. No así en la interanual, donde corrieron bien detrás de la total (22,6%).

El resto, lo que suele denominarse subíndice núcleo, mostró una variación mensual que resultó obviamente inferior al índice total (+1,5%), pero aun así muy superior al valor que la política monetaria pretendió quebrar durante todo el segundo semestre de 2017 (1,3%) e, incluso, muy por encima del necesario para alcanzar la meta 2018 (1,02% mensual), dados los aumentos de precios de bienes y servicios regulados previstos para todo 2018 por la propia autoridad monetaria (+21,8%). En tanto, la interanual se moneubicó en torno a 21,1%, en línea con el registro de diciembre 2017.

TCN e IPIM

A la hora de explicar la dinámica de la denominada inflación núcleo juega un rol importante la parte del traslado a precios del incremento registrado por el Tipo de Cambio Nominal (TCN) que, a la no tan larga, sólo puede evitarse recurriendo a medidas contraproducentes que disocien los precios internos y externos de los bienes y servicios exportables y/o importables (transables).

Este impacto de la variación del TCN sobre el precio de los bienes transables fue muy notoria en el caso del Indice de Precios Internos al Por Mayor (IPIM), que en su mayoría son insumos transables, y cuya variación mensual fue de 4,6% en enero.

En el caso del IPC Nacional, dicho efecto se evidenció en la variación mensual experimentada por los precios del rubro alimentos, que no sólo se ubicó arriba de la del índice total. Además, aceleró fuerte respecto de los meses previos. Un comportamiento similar, en ambos sentidos, se había registrado en agosto de 2017, cuando también el TCN había experimentado un alza perceptible.

Conclusión

Cerrando. Los datos de inflación durante enero no fueron buenos, ya sea que miramos el índice total o sólo el subíndice núcleo, pues vuelven a mostrar un arranque muy complicado para el BCRA para el cumplimiento de su meta. Algo que ya descontábamos, y no es que sea una sorpresa.

Arranque complicado por tercer año consecutivo, luego de dos yerros considerables y que se suma a, por un lado, una evolución de las expectativas de inflación divergente, no sólo respecto de la meta 2018, sino también de la 2019 y la 2020. Y, por el otro lado, a una flexibilización de la política monetaria aplicada durante el primer mes del año que, con cada dato que sumamos, queda más en offside, si se me permite la licencia futbolística (a los fines ilustrativos), por injustificable en un régimen de Inflation Targeting que aún está en plena etapa de construcción.

Sin embargo, eso aún no significa que el proceso desinflacionario esté abortado. Aún a pesar, incluso, de la señalada injustificada flexibilización de la política monetaria en enero 2018.

En primer lugar, porque esto, como demostró en su última decisión de tasa de referencia el BCRA, es un proceso dinámico. Ergo, el partido aún no se terminó. El BCRA tiene varias instancias por jugar aún. Incluso, con presiones.

En segundo lugar, porque una mayor velocidad de desinflación, una más en línea con la aún poco realista meta, sería inconsistente con el resto del esquema de política económica y, por lo tanto, insustentable. Esto último dado, por un lado, el proceso de ajuste de precios relativos que se persigue a la par de la desinflación y, por el otro lado, el requerimiento que la economía local crezca por segundo año consecutivo. Ambos indispensables desde el punto de vista de cómo se planteó el proceso de consolidación fiscal.

Por eso mismo, creo que si el BCRA logra una tasa de inflación entre puntas de 2018 perceptiblemente superior a 15%, pero inferior a 20%, puede darse por hecho. Más allá de la meta y de las presiones. Y no se vayan a creer que es poco, ni que la tendrá fácil.

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