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Argentina no importa mucho, sino que exporta muy poco

El aumento de las exportaciones debe ser una estrategia necesaria para financiar el desarrollo y evitar la restricción externa

15 febrero de 2018

Por Horacio Pereira

La balanza comercial argentina registró en 2017 el mayor déficit en la Historia: U$S 8.471 millones. Es el máximo en términos absolutos, medido en moneda corriente. Ante estos resultados, se instala en parte de la opinión pública la idea de que el país está importando mucho. Se habla de apertura comercial desmedida y pérdida de mercado interno. Pero, ¿es realmente así?

En 2011 se reportó el valor más alto del comercio entre Argentina y el resto del mundo. Las importaciones de 2017 fueron de U$S 66.899 millones, unos U$S 7.061 millones menos que durante el 2011, con un PIB a precios constantes similar. Las exportaciones, por su parte, alcanzaron los U$S 58.428 millones, unos U$S 24.553 millones menos que aquel año. La diferencia en la evolución de las dos variables explica que se haya pasado de un superávit comercial de U$S 9.020 millones en 2011 al déficit actual.

Las ventas al exterior crecieron en 2017 un marginal 0,9% anual en volumen mientras el comercio mundial se expandió 3,6%. El país volvió a perder participación en el mercado global. Representa solo el 0,3% del comercio internacional. En relación al PIB, el sector exportador representa un magro 10% del total de bienes y servicios producidos por el país.

Si observamos la evolución de las exportaciones en función a su origen, comparando el 2011 contra el 2017, las caídas porcentuales más importantes se registraron en combustibles y energía (63%), manufacturas de origen industrial (35%), productos primarios (25%) y manufacturas de origen agropecuario (18%). En cuanto a las importaciones, cayeron las de bienes intermedios (18%) y aumentaron las de bienes de consumo (11,3%) y las de bienes de capital (9,5%). Estos datos confirman que la economía argentina hoy no está importando mucho sino que está exportando poco.

Los motivos

La apreciación del tipo de cambio afectó el desempeño exportador, sobre todo de manufacturas de origen industrial y origen agropecuario, pero existen otras causas. Es innegable el impacto de la recesión brasileña en el complejo exportador argentino: en 2011 Argentina vendió a Brasil por U$S 17.344 millones y en 2017 solo por U$S 9.315 millones.

Aunque el tipo de cambio real influyó en la dinámica exportadora, existen factores estructurales que explican este desempeño. Si se analizan las características del complejo exportador argentino, se observa que por más que haya un incremento del tipo de cambio, el volumen exportado es inelástico, ya que no competimos con otros países vía precio.

Otra de las causales de la baja participación de nuestras exportaciones en el comercio mundial es que exportamos muy poco hacia los principales países a los que exporta el mundo. Solo seis de los 10 principales destinos de nuestras exportaciones en 2017 están entre los 25 principales importadores mundiales. Alemania, Reino Unido, Japón, Francia, Holanda, Corea e Italia integran el grupo de los 10 principales importadores globales, pero no figuran en entre los principales 10 destinos de las exportaciones Argentinas.

Uno de los motivos por los que no podemos ingresar a estos mercados son las regulaciones no arancelarias al comercio, como los requisitos técnicos, entre otras. Además, Argentina no logró hasta el momento acuerdos de libre comercio o de preferencias arancelarias con estos mercados que generan áreas de preferencias arancelarias como así también armonización de las regulaciones no arancelarias al comercio.

Otra razón que dificulta el ingreso a estos mercados es la falta de escala o volumen de nuestro sector exportador. Son muy pocas las multinacionales de origen argentino que se establecieron en el exterior, lo que hubiera posibilitado la integración de sus cadenas productivas. Del mismo modo, durante los últimos tres lustros fue escasa la inversión extranjera directa productiva en nuestro país, por lo que el capital multinacional borró a Argentina de sus planes de integración a las cadenas globales de valor. La integración productiva global se logra ingresando en sistemas productivos integrados por empresas que especializan su producción por plantas y cadenas de valor. Hoy es el comercio intercompany en la forma de eslabonamientos productivos globales el gran dinamizador del comercio mundial.

La composición de nuestras exportaciones, cómo y a quién le vendemos, refleja que Argentina tiene una oferta exportable con dificultad de acceso a las cadenas internacionales de valor. Sólo un tercio de nuestras exportaciones ingresa estos procesos productivos. En los países de desarrollo medio, su acceso es del 50% en promedio.

La volatilidad macroeconómica es otra de las causales del escaso sesgo exportador argentino y de la penetración exitosa en los mercados. Las prácticas comerciales requieren confianza y estabilidad. La estabilidad macro y la estabilidad del tipo de cambio real son necesarias para asentar un sendero de previsibilidad a largo plazo en el sector exportador. A modo de ejemplo: el sector vitivinícola inició en la década del '90 un proceso de fuerte modernización enfocado hacia el exterior, incrementó sus ventas al mundo y conquistó nuevos mercados, pero el proceso perdió dinamismo al finalizar la primera década de este siglo, en parte debido a la apreciación del tipo de cambio real.

¿Cómo cambiarlo?

Para la mejora de la competitividad de la economía es importante atender a la necesidad de infraestructura para el desarrollo. El acceso a medios de transportes eficientes y competitivos es una condición imperiosa para que las economías regionales sean competitivas y para la integración productiva del país. Que el costo del flete entre el norte argentino y el puerto de Buenos Aires sea más costoso que desde el puerto a China muestra de la escasa integración y de cómo durante las últimas décadas la infraestructura fue la variable de ajuste.

El déficit energético no solo perjudica la balanza comercial, sino que condiciona las oportunidades de inversión y las necesidades energéticas del país. El acceso a las comunicaciones es otro factor clave. El Wi-Fi de alta velocidad es hoy materia prima necesaria para la producción: la automatización industrial y el comercio son cada día más dependientes de esta tecnología. Como alguna vez dijo el expresidente Arturo Frondizi: “Habrá que construir puentes, diques, caminos, oleoductos y usinas sobre toda la República.”

La simplificación y desburocratización de trámites, regímenes, registros y programas gubernamentales deben ser foco dentro de la gestión pública. Ningún empresario debería dedicar más tiempo extra del que podría destinar a producir más, mejor y potenciar su producto. En ese sentido, el Gobierno está avanzando en la modernización del Estado. Son ejemplos las iniciativas: VUCE, Exporta Simple, RIN, Caución Aduanera e Inal, etcétera.

El desarrollo económico se puede definir como la capacidad de países o regiones para crear riqueza a fin de incrementar la prosperidad o bienestar económico y social de sus habitantes, podría definirse como saltos cualitativos en el tiempo que han permitido la acumulación de capital, para ello es necesario su financiamiento. La relación entre nuestro crecimiento económico y las importaciones es muy alta, y así lo ha sido históricamente. Por cada punto que crece el PIB, las importaciones lo hacen 3%.

Por eso el aumento de las exportaciones debe ser una estrategia necesaria para financiar el desarrollo. Una vez agotado el financiamiento externo, el país puede caer nuevamente en la restricción externa: falta de dólares para sostener la tasa de crecimiento. Mantener un saldo positivo de la cuenta corriente del balance de pagos asegura la disponibilidad de divisas para el financiamiento de la economía y evitar la volatilidad macro. El fomento del sector exportador debe ser una herramienta para el crecimiento económico y la modernización del país, su integración y su inserción en las cadenas de valor globales.

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