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Agrandar la Nación para achicar el Estado

La única manera de “achicar” la improductividad del Estado es agrandar la Nación y eso es una política de inversiones reproductivas que acabe con la exclusión y que así haga sanas las finanzas públicas

Carlos Leyba 22 febrero de 2018

Por Carlos Leyba

Vaya. La secta de “Los Caballeros del Fuego”, muy poco estudiada a pesar de su peso en la decadencia nacional, tuvo como principal maestre al inefable José López Rega que, además de ser el consejero detrás del trono de Isabel Perón, fue autor de por lo menos un libro. Pareciera que esta tarea es común a esa laya de consejeros.

La “sabiduría” de López Rega se condensó en una obra tan voluminosa como sorprendente. Su título “Astrología Esotérica”. El subtítulo “secretos develados”. La primera parte trata del “Zodíaco Multicolor”, la segunda del “Zodíaco Vegetal”, del “Zodíaco Musical” la tercera y la cuarta trata de un imponente “Sistema Abreviado de Astrología”. La obra tiene pie de imprenta en 1962 y los dibujos que la integran son de su hija Norma.

Supe de ese libro cuando Ricardo Zinn, poniendo una mano sobre el mismo, como quien refiere sabiduría al Antiguo Testamento, me (nos) dijo “este hombre (López Rega) cambiará al mundo”.

Era la fe que Zinn tenía en su maestro en la secta de “Los Caballeros”. Pocos días después de ese encuentro, Zinn imponía su programa económico a través del ministro designado, el Ingeniero Celestino Rodrigo, asesor para la presentación de proyectos industriales en el Banco de Desarrollo del que había sido gerente cuando, durante el primer peronismo, era el Banco Industrial.

Rodrigo estaba en una escala superior a Zinn en la secta, pero le asignaba a él conocimientos económicos, ya que se había desempeñado en varias empresas, había estudiado Administración de Empresas en la Universidad de Columbia de Nueva York y además lo tenía al “Chicago Boy” Pedro Pou como su asesor. Pou y Zinn, después que se implementara el programa de ambos conocido como “El Rodrigazo”, sembraron la simiente de lo que hoy se conoce como el CEMA y ahora como Universidad del CEMA.

Hay dos cosas que han perdurado de la secta y por eso la entiendo importante. Muchas cosas instaladas son de su cosecha, pero la secta tuvo la virtud de no reclamar el sello de origen.

La primera consecuencia de la aparición de la secta fue, y es, “El Rodrigazo” (1975). Una explosión que destruyó todos los contratos y dio nacimiento al Estado de Malestar en el que vivimos decadentemente hace 40 años.

No hay duda de que desde entonces no fue posible retomar el camino del consenso político y el de la estrategia de desarrollo económico: ambas cosas se reclaman como condición necesaria.

No puede haber consenso político si no lo es en base a una estrategia de desarrollo económico. Y no puede existir y perdurar una estrategia de desarrollo económico sin la existencia de un consenso político. Una cosa y la otra.

La segunda consecuencia fue la potencia ideológica del CEMA que fundamentó, en términos de abuso de la ciencia económica, la necesidad de imponer, a como dé, la visión que el progreso económico sólo puede ser la consecuencia de la liberación de las fuerza del mercado que, operando sin restricciones, finalmente dará a cada uno, según sus esfuerzos y con independencia del punto de partida, el merecido beneficio.

La deriva de esta concepción no es otra que el retiro del Estado de todo aquello que tenga que ver con el diseño del largo plazo de la sociedad. Son las fuerzas del mercado las que con racionalidad económica, día tras día, irán diseñando “el largo plazo” como una cadena de decisiones de cada día tomada por agentes individuales. Esa es la doctrina en boga.

“El Rodrigazo” destruyó el capital acumulado del Estado de Bienestar. La doctrina ganó “el sentido común” de muchos miembros de la profesión e inundó las redacciones de los grandes diarios y de todos los medios en los que periodistas dictaminan el saber, por la vía de elegir a los que “saben” para que diagnostiquen y propongan.

Llegados a este punto es importante recordar la frase que inmortalizó Ricardo Zinn: “Achicar el Estado es agrandar la Nación”. Nada podría sintetizar mejor que esta frase la vigencia del pensamiento de la secta de “Los Caballeros del Fuego”. Nada mejor que esta frase para sintetizar el pensamiento dominante, que domina la controversia entre “gradualistas” y “shockeadores” en el gobierno y en la periferia de él.

Descontamos que todos desean “agrandar la Nación”. Pero para todos los que hoy debaten, lo que permite, posibilita, alimenta, el progreso no es otra cosa que “achicar el Estado”. Esa es la cuestión. Y esa era la cuestión de Zinn.

Ricardo, en 1971, fue subsecretario de Aldo Ferrer. Ferrer fue uno de los economistas que pensó en profundidad los problemas de la economía argentina y uno de los que, con su particular modulación, creía en el papel del Estado, en la formulación de una estrategia, para el desarrollo económico. Claramente Zinn, en 1971, no pensaba como lo hacía en 1975.

Cuando puso la mano sobre el esotérico libro de López Rega, cerca de 1975, predicaba que la desgracia de Occidente había sido la penetración oriental, que había triunfado de la mano del cristianismo y sus valores.

Esa penetración había derrotado, ablandado, inutilizado, la fuerza vigorosa de los bárbaros que habría construido otro Occidente. Cito de memoria el pensamiento de Zinn que creo reflejaba las creencias de López Rega. La creación de la AAA por parte de López y puesta en escena a partir del retiro de Perón (12 de junio de 1974) previo a su muerte (1º de julio de 1974) tiene una conexión íntima con esa visión: el desprecio por la vida. No hay otra cosa detrás de esa locura.

Pero era ese el sentido de su pensamiento. Había que doblegar esa cosa dulzona del Estado Benefactor, el Estado Social y el Estado de Bienestar.

Seguramente este pensamiento crudo sería parte de la doctrina de la secta dispuesta a liberarnos de los “malos”.

Pero la traducción económica fue el descomunal ajuste de variables que fue “El Rodrigazo” (julio de 1975) y su secuela de desempleo, reducción de salarios, comienzo del incremento de la pobreza y la “dureza para sanar”.

Cuando leemos y escuchamos a los periodistas, columnistas y escritores devenidos en cronistas que se han dedicado, día tras día, a difamar, en el estricto sentido del término, al Papa Francisco, resulta evidente el alineamiento cultural con este aspecto de la secta.

Difamar al Papa, al igual que la secta despreciaba los valores cristianos, es también una manera de penetrar mediáticamente en ese “progresismo cool” que crece sobretodo en Buenos Aires y que tiene, en Jaime Durán Barba, su gran maestro con sus banderas pro aborto y “la mayoría quiere la pena de muerte” que encontrarán a la Iglesia en la vereda de enfrente y que, para poder pasarla por encima, hay que desteñir antes que nada al líder de la Iglesia Católica, a los curas villeros y sobretodo hacer pomada el testimonio de los que viven junto a los que esta sociedad hasta ahora no ha podido darles hogar. Condenar a quienes se entregan a los otros.

Es más, teniendo en cuenta nuestro pasado, esta sociedad que supo ser ?como dijo con razón en La Nación el consultor Guillermo Olivetto?una que en 1974 tenía al 70% de las familias conformando la inmensa clase media que era nuestra “modernidad” y la verdadera manera de “inserción en el mundo”, esta sociedad digo, realizó, a partir de “El Rodrigazo” un gigantesco trabajo de exclusión.

A partir de allí, los 800.000 argentinos que vivían bajo la línea de la pobreza, desde entonces, se convirtieron en los 13 millones de hoy y eso implica una tasa de crecimiento anual del número de pobres del 7,1% acumulativo. Es un escándalo.

Pero no un accidente. Es la consecuencia de una manera de pensar, valores, programas, políticas que dejaron fuera del “Hogar Nación” al 30% de los argentinos y, peor aún, al 50% de los menores de 14 años. Pensemos qué es lo que tenemos a 10 años vista si seguimos creyendo en la misma visión ideológica que instalaron aquellos hombres y que dominaron la cultura económica y política de los años posteriores.

Ricardo fue un hombre del Proceso, la frase “somos derechos y humanos” es de su autoría. Recaló en el Gobierno de Carlos Menem y participó, junto a María Julia Alzogaray, en las privatizaciones de ENTEL y SOMISA.

Pou fue el último del grupo inicial que participó del poder y ?si mal no recuerdo? presidió el BCRA con Fernando de la Rúa hasta abril de 2001 cuando lo sucedió Roque Maccarone, ex presidente del Banco Río. Pou, siendo presidente del BCRA, sostenía que había que dolarizar la economía, es decir, no tener soberanía monetaria.

Hoy esos hombres ya no están. Pero las ideas centrales que sembraron están presentes. “Sólo hay cosas que el mercado resolverá” es la idea dominante.

Un signo de esa idea es el predominio de la tasa de interés de mercado como señal orientadora de las grandes decisiones. Otra la inutilidad del plan, del programa, del pumbo. Una más la imposibilidad e irracionalidad del consenso.

Estamos en un vértigo de disenso. En un vacío de debate. Todo gira en torno a la idea que achicar el Estado es agrandar la Nación. Y esa idea es poner el carro delante de los caballos. En rigor se trata de agrandar la Nación y eso implica crear trabajo productivo para todos aquellos que, porque la sociedad no crea trabajo, agrandan el gasto público y lo hacen más improductivo.

El desempleo, la falta de inversiones, son el principal causante del déficit fiscal y de la baja productividad de la economía. Cómo no van a ser causa del déficit si hay que sostenerlos para que vivan y como no trabajan productivamente no contribuyen a sostener el Estado. Y si en el tránsito todo lo que se nos ocurre es endeudarnos para emparchar las cuentas, lo que hacemos, es aumentar el déficit fiscal que es agrandar la improductividad del Estado.

La cuestión es al revés. La única manera de “achicar” la improductividad del Estado es agrandar la Nación y eso es una política de inversiones reproductivas que acabe con la exclusión y que así haga sanas las finanzas públicas, sin deuda externa y sin deuda social.

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