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Esta no es una economía “falopa"

El cambio sólo puede ser gradual y, por lo tanto, la única opción es ser paciente y buscar oportunidades, con una una economía que no funciona a base de estímulos “artificiales”

31 enero de 2018

Por Diego Falcone

La leyenda cuenta que los hermanos Rómulo y Remo se asociaron a través de un fideicomiso al costo para fundar la ciudad de Roma sobre unas colinas próximas al río Tíber. Rómulo terminará quedándose con la totalidad de la inversión inmobiliaria ante la conveniente muerte de su hermano (cabe aclarar que fue por sus propias manos). La elección fue todo un acierto y Roma evolucionará de una pequeña aldea a una ciudad cosmopolita con más de un millón de habitantes y capital de un imperio.

Pero este el progreso tuvo su precio  y pronto las clases acomodadas vieron reducirse los espacios verdes ante el crecimiento demográfico. La solución más practica fue buscar nuevos terrenos en las afueras de la ciudad; tradición que hoy continuamos los argentinos al mudarnos a los barrios privados del Gran Buenos Aires; todo por alejarnos del ruido y la humedad. Cómo pasa con la Panamericana en la actualidad, las principales arterias que conducían a la ciudad se congestionaron y el emperador Tiberio, para evitarse el mal trago de ser asesinado en la espera para entrar a Roma por la Via Appia, decidió retirarse a la isla de Capri y gobernar desde su magnífica residencia: la “Villa Jovis” (quien pudiera). Pero del negocio inmobiliario nadie tuvo tanta visión como Julio César; en sus viajes entre Italia y Francia (por aquel entonces denominada Galia) descubrió enel fértil valle del río Arno, un lugar inmejorable para establecer un spa para sus legionarios: la ciudad de Florencia. Entiéndase la preocupación del César al ver los pies de sus pobres soldados después de cubrir los 1.400 km que separan Roma de Paris (ida y vuelta), a una media de 35 km diarios. Como beneficio al personal militar, el César sabía lo que hacía.

Muerto el César, Florencia creció y alcanzó su apogeo entre 1300 y  1600 dejando como legado las grandes obras de Dante Alighieri, Leonardo Da Vinci, Miguel Angel, Nicolás Maquiavelo y Galileo Galilei. Pero después de tanta gloria vino un periodo de “silenzio stampa” porque ahora la gran historia de Europa se escribía lejos de Italia y de la Toscana. En el siglo XXI, Florencia representa sólo un sitio más para sacarse una “selfie” delante del David de Miguel Angel o desde el Ponte Vecchio; muy poco para su rica historia.

Un pasado glorioso y un presente mediocre no es potestad sólo de los florentinos, también China supo decaer luego de ser la mayor potencia mundial a principios de la Edad Moderna cuando su tecnología era la más avanzada del mundo y su población, mayor a la de toda Europa. Pero China decidió hacerse cargo de su pasado y construir, con paciencia, el camino de regreso a los primeros planos. ¿Cuándo inicio el cambio? Fue en diciembre de 1978, cuando Deng Xiaoping impulso una serie de reformas (graduales) para liberalización de la economía socialista que había heredado de Mao Zedong.

Esta es una oportunidad de aprendizaje para nuestro país: podemos elegir el camino de los florentinos y lamentarnos lo que supimos ser y ya no somos o reconciliarnos con nuestros errores y empezar el camino del cambiopero entendiendo que China, con todo su poder, le llevó cuarenta años: todo un desafío para una sociedad que pide la cabeza de un técnico si su equipo no gana luego de cinco partidos.

Mientras los cambios ocurren gradualmente, de un día para el otro nos hemos vueltos exigentes y pretendemos que el BCRA tenga la misma consistencia en la política monetaria que la Reserva Federal de EE.UU.

El mercado y el lenguaje

El 28 de diciembre, en conferencia de prensa, el Gobierno anunció un cambio sustancial en supolítica económica: el nuevo objetivo es el crecimiento y todo lo demás, queda subordinado, incluso la lucha contra la inflación. Los funcionarios saben que a partir de ese anuncio el tipo de cambio iba a ser más volátil y los mercados iban a estar más inquietos. Pero en la visión de las autoridades, el déficit fiscal se corrige creciendo porque la sociedad argentina (incluyendo a sus políticos), no quiere saber de ajustes. La agenda de reformas que plantea el Presidente será posible si hay trabajo porque sólo así se gobierna sin mayorías parlamentarias.

Mientras los cambios ocurren gradualmente, de un día para el otro nos hemos vueltos exigentes y pretendemos que el BCRA tenga la misma consistencia en la política monetaria que la Reserva Federal de EE.UU. O nos sorprendemos si un gobernador luego de doce años de populismo no sabe la diferencia entre decir que quiere restructurar su deuda en vez de refinanciarla. Pareciera que el mercado olvida que Jorge Milton Capitanich daba todos los días una conferencia de prensa mientras Guillermo Moreno y Axel Kiciloff alteraban las estadísticas públicas y prohibían importaciones.

Un iPhone a $ 35.000

La economía crece poco (menos del 3% anual) porque el consumo doméstico esta planchado, las exportaciones no levantan y el gasto público, por primera vez en mucho tiempo, crece menos que la recaudación (achicando de esa forma el déficit fiscal). Esta descripción no se ajusta al término que utilizan muchos economistas de economía “falopa”, es decir, una economía que funciona a base de estímulos “artificiales”. Un buen ejemplo fueron los ocho años de CFK donde el crecimiento económico se obtenía mediante una tasa de interés (artificialmente) negativa, desincentivando el ahorro y con un gasto público creciente. ¿Hay mala intención en estos diagnósticos o sólo la búsqueda de satisfacer a un público ansioso de titulares?

El mismo error se comete cuando se crítica los US$ 10.000 millones que gastan los argentinos en sus viajes y compras en el exterior. ¿No haríamos shopping en nuestro país si hubiera tiendas como GAP y H&M? ¿No dejaríamos de pedirle a un amigo o familiar que nos traiga un iPhone si el precio en Argentina no fuera de AR$ 35.000? Las compras en el exterior son las importaciones que no se hacen.

El cambio sólo puede ser gradual y por lo tanto, la única opción es ser paciente y buscar oportunidades. En estos años aprendimos a tolerar que los supermercadistas chinos nos dieran el vuelto en caramelos porque ellos abrían los domingos y los feriados. El único precio a nuestra paciencia fue inventarles el mito que durante la noche apagaban las heladeras para ahorrar electricidad. Al final, no somos tan impacientes como creemos.

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