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Por un nuevo ciclo de supply-side economics

La visión de Gabriel Caamaño Gomez (Consultora Ledesma) sobre las palabras del Presidente

31 octubre de 2017

Por Gabriel Caamaño Gomez Consultora Ledesma

El presidente Mauricio Macri dio un discurso con el que es muy difícil no ilusionarse y, al mismo tiempo, preocuparse por, exactamente, las mismas razones.

Fue un discurso amplio, con enunciados, más que medidas y definiciones concretas de hacia dónde vamos y de cuál es el sendero. La palabra reforma estuvo, explícita o implícitamente, presente todo el tiempo. Tributaria, previsional, laboral, regulatoria e institucional.

Las intenciones son claras, hace rato que lo son, y en la mayoría, de nuevo, es difícil no coincidir. Esos consensos ya están garantizados. El tema es la ruta, la implementación, y el destino concreto, la definición del hacia dónde vamos en el que se plasman esas intenciones.

Pero bueno, habrá que esperar a los ministros para conocer esas cuestiones.

Y si así no fuera, esa será nuestra primera crítica. Pues, la falta de un “norte concreto” puede convertir un pretendido sendero de reformas estructurales, en una mera sucesión de parches inconexos.

Otra palabra de uso recurrente y casi obsesivo por parte del actual Gobierno es el consenso. Este discurso no fue la excepción. Al punto tal que, muchas veces parecería que el consenso es un bien en sí mismo, más que un medio para un fin. ¿Por qué traemos esto a colación?

Porque cuando las reformas estructurales son profundas, como las que requiere nuestro país, es muy difícil dejar a todos contentos pues la mayor parte de las veces de lo que se trata es de afectar rentas colberterianas o DUPS (Directly Unproductive Rent Seeking Activities). Y a esta altura de los acontecimientos, es una verdad de Perogrullo que la mayoría de las veces y la mayoría de los seres humanos somos liberales y shumpeterianos con las rentas y DUPS ajenas y colberterianos con las propias. Eso nunca hay que olvidarlo.

Asimismo, la mayor parte de las medidas que hay que tomar no son Pareto-óptimas en corto plazo. Y muchas tampoco lo serán en términos cuasiparetianos. Pero eso no las hace menos necesarias.

En esos casos, la obsesión por el consenso puede convertirse/confundirse en búsqueda de unanimidad, transformándose en el mejor aliado del statu quo y/o condenándonos a la enunciación de principios que, por exceso de amplitud, pierdan efecto concreto.

Ya pasaron casi dos años. Ya superaron la reválida más temida. No sólo conocen la herencia y los problemas estructurales. Además, ya conocen los reclamos de cada uno de los sectores. Han armado mesas de debate sobre varios temas en más de una ocasión. Ergo, también conocen los intereses alineados y los contrapuestos de cada sector en relación al otro.

Sabiendo todo eso, a lo que sí se pueden aspirar es a lograr acuerdos. Es decir, donde todos podemos coincidir en hacer algo y/o en el norte en general, pero no necesariamente coincidamos en todos los detalles. Lo mismo para el cómo hacerlo.

Es muy bueno que los acuerdos se plasmen en pactos. O en leyes pacto, mejor. Ahora bien, todo en su sana medida. Tampoco hay que caer en el voluntarismo o la creencia de que se pueden impulsar exitosamente en el mediano -y el largo plazos por medio de pactos o leyes pacto comportamientos que deberían ser una consecuencia natural de las reglas de juego, del entramado institucional. Es decir, que deberían surgir naturalmente de los incentivos que enfrentan los agentes. Los de a pie, y también políticos.

Y ahí está el arte de gobernar. No se puede quedar bien con todos, todo el tiempo y al mismo tiempo hacer las reformas que hay que hacer. Por más gradualista que sea el enfoque. Que vaya sea de paso, vale la pone volver a aclarar. Que el gradualismo sea la opción preferida a la hora de implementar las reformas macroeconómicas, por más de una razón, no significa que sea una panacea. Con toda la carga de esa palabra.

Todo esto, va con las mejores intenciones, pues estoy convencido de que Argentina necesita un nuevo ciclo de “supply-side economics”, luego de años de apostar hasta el hartazgo y hasta niveles contraproducentes al tirón de demanda.

Por eso mismo, este discurso, no puede más que ilusionarme. Y, al mismo tiempo, hacerme temer una nueva desilusión. Sinceramente, espero que no sea el caso.

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