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Conflicto docente y educación: apuntes para innovar

Ideas y recursos no faltan. Falta la decisión del gobierno, la clase política y los sindicatos para hacer una verdadera revolución.

16 marzo de 2017

“Educación: el año que viene a la misma hora” es el título de la nota que la semana pasada escribió en Clarín Edgardo Zablotsky, miembro de la Academia Nacional de Educación y vicerrector de la Universidad del CEMA. La idea que allí expone explica el título: de no analizar una solución profunda, el año que viene a la misma hora estaremos discutiendo lo mismo en relación al salario de los docentes y el comienzo de clases, una vez más con los chicos como rehenes. Nuestra educación está en crisis, ¿no es momento de sentarse a debatir soluciones profundas e innovadoras?

Lo que pretende esta nota es hacer un repaso por las principales ideas que estas semanas recorrieron los medios para exponer un abanico de soluciones que contribuyan al progreso de la educación en Argentina.

Todos coincidimos en que los docentes deben ganar más, pero la primera pregunta que debemos hacernos es de dónde obtener esos recursos. Explicó en Clarín nuestro embajador en Estados Unidos, Martín Lousteau, que el problema surge “cuando erramos en las prioridades del Estado; cuando subsidiamos a quienes más tienen; cuando permitimos que la corrupción no sólo se lleve recursos públicos sino también que guíe las decisiones; cuando al lado del empleado público que pone empeño hay uno que elige no hacer su parte; cuando creamos estructuras innecesarias; cuando en lugar de sancionarla se acepta la evasión como parte de nuestra cultura; cuando se regula deficientemente; o cuando se permite que el sector privado coopte y determine la política a seguir”.

Es así que el primer paso para mejorar la educación y los salarios docentes debe ser construir un Estado más eficiente: que destine los recursos a aquellos lugares donde realmente se necesitan. En unos años podrían hasta duplicarse los salarios docentes si se retiraran, por ejemplo, los subsidios a ricos. Sin embargo, luego debemos preguntarnos: ¿más recursos significa mejores resultados? Veamos.

Hoy Argentina tiene recursos como para brindar el triple de bienes y servicios que veinticinco años atrás, y se encuentra dentro del grupo de países que más porcentaje de su PIB gasta en educación, al nivel de cualquier país europeo promedio. De la misma manera, el salario docente ajustado por inflación es hoy 66% mayor que el de 2004 y está cerca de 15% por encima de sus niveles en los '90. Pero esto parece haber tenido un efecto nulo en la calidad educativa: no sólo por la caída en los resultados, sino porque también es menor el porcentaje de chicos que termina.Queda claro entonces otro punto: más recursos no significa necesariamente mejores resultados. Antes que preocuparse por gastar más, el Estado debe comenzar por gastar bien.

En esta línea, Edgardo Zablotsky propone en primer lugar un sistema donde sean los padres quienes puedan controlar la educación que reciben sus hijos, simplemente porque es a quiénes más les preocupa. “¿Cómo se logra eso? Pues bien, dejemos de financiar la oferta educativa (...) Empecemos a subsidiar la demanda, a los consumidores, a los padres”. La propuesta consiste en abrir un menú de posibilidades que elimine el monopolio. Que exista la educación pública pero si un papá desea una alternativa distinta, que pueda elegirla. Se les daría un bono educativo por el valor que cuesta educar a un niño, de forma que terminaríamos con la evidente injusticia de que sólo padres ricos puedan elegir el tipo de educación de sus hijos, mientras los pobres no tienen esa libertad (solo pueden optar por la escuela pública). Como consecuencia, las escuelas deberían competir para atraer a los alumnos, un excelente incentivo para mejorar la calidad. Un sistema así rige con éxito en Suecia desde 1992, donde la multiplicación de colegios privados no empobreció a las instituciones públicas si no que, por el contrario, la competencia a que se ven sometidas fue un incentivo para su modernización”.

Una segunda propuesta del mismo autor quizás sea más difícil de digerir para el sindicato docente, pero debe ser seriamente considerada. Consiste en premiar a los buenos docentes con una escala salarial sustentada en sus calificaciones y en la calidad de su trabajo, como en muchas otras profesiones, dejando de lado aspectos como la antigüedad. De esta forma, los salarios dejarían de depender de la buena voluntad del gobernante de turno o la presión del sindicato y pasarían a depender de lo que realmente debe importarnos: la calidad educativa.

Por último y en relación directa con el conflicto docente, Agustín Etchebarne, director de la Fundación Libertad y Progreso, expuso en estas páginas otra propuesta: que los salarios se ajusten automáticamente por inflación, aprovechando la confiabilidad en el nuevo Indec. De esta forma se evitarían los conflictos durante la negociación y los docentes jamás perderían poder adquisitivo a pesar de la inflación. Lo que queda claro es que ideas no faltan (y recursos tampoco).

Lo que falta es la decisión del gobierno, la clase política y los sindicatos de animarse a debatir, establecer prioridades y llevar a cabo una verdadera revolución educativa. El futuro de Argentina está en manos de las generaciones de hoy. ¿Qué esperamos para actuar?

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