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El déficit fiscal no se achica

26 octubre de 2016

En un contexto en el que la inflación baja y el costo de financiamiento es cada vez menor, el Tesoro continúa acelerando el gasto y, con ello, el déficit fiscal sigue en alza. El ajuste en las cuentas públicas no figura en la agenda del Gobierno al menos hasta que la economía se reactive, generando cierto oxígeno. Si bien el desequilibrio fiscal es muy elevado, creemos que el rebote en el nivel de actividad y el éxito del blanqueo de capitales van a darle el impulso necesario a la recaudación para enderezar el rumbo.

Concretamente, tal como lo hemos venimos destacando, desde que el Tesoro salió del default, la política fiscal dejó el carácter contractivo que había mostrado en los primeros meses del año y pasó a tener un sesgo más expansivo. Mientras que entre enero y mayo los ingresos del Tesoro subieron al 30% y el gasto primario 27%, entre junio y septiembre la situación cambió con el gasto acelerando al 33% y los ingresos al 23%.

La aceleración de las erogaciones se explica por las transferencias a las provincias, los subsidios económicos que despertaron luego de estar en el freezer en los primeros meses y también por el paso en falso del Gobierno para reducir los subsidios energéticos. A esto se suman los pagos de intereses que entre junio y septiembre prácticamente se duplicaron respecto al mismo período del año pasado. De esta forma, en los primeros nueve meses del año el déficit primario alcanzó $220.000 M y contabilizando el pago de intereses $400.000 M (6% del PIB).

Para cubrir el déficit y los vencimientos de capital, el Tesoro utilizó prácticamente todala asistencia financiera que le podía dar el BCRA de acuerdo a su Programa Monetario 2016 ($160.000 M), rentas del FGS ($55.000 M) y el resto lo cubrió con emisión de deuda, tanto en pesos como en dólares (los cuales monetizó).

Ante lo que resta del año, esperamos que el gasto mantenga el ritmo de crecimiento que vino mostrando en los últimos meses. Las erogaciones por jubilaciones y subsidios sociales serían los más dinámicos debido al ajuste de los haberes y los pagos por el Fondo de Reparación Histórica. Al mismo tiempo, las partidas por obra pública y vivienda en particular (que hasta agosto tenían una ejecución presupuestaria de 40%, 20 puntos por debajo del estimado en Presupuesto) mostrarían un importante despegue lo cual será muy bien venido para el sector de la construcción. Distinto es el caso para los gastos en subsidios económicos que se estabilizarían dado que ya entra en vigencia el nuevo cuadro tarifario. En este contexto, y con los ingresos subiendo al mismo ritmo de lo que lo vienen haciendo, en el último trimestre del año el déficit fiscal llegará a $200.000 M.

Si bien el desequilibrio fiscal sigue estando entre los más altos de las últimas décadas y es una verdadera limitación para cualquier plan económico, es un aliciente que al menos este año la presión tributaria bajó (por quita de retenciones y suba del Mínimo No Imponible). No es poco considerando que en las últimas dos décadas, la carga tributaria avanzó de manera ininterrumpida. Todavía es magro el ordenamiento del gasto pues no se observan cambios sustanciales en la composición, especialmente por las transferencias a provincias y al sector privado.

Pese a la debilidad que muestran las cuentas públicas, por ahora el mercado le está poniendo un voto de confianza al Gobierno ponderando el bajo nivel de endeudamiento del sector público. Si bien esto no indica que la batalla esté ganada, es un buen paso y requiere que el gobierno no limite sus esfuerzos en avanzar en la consolidación fiscal y llegar al 2019 con equilibrio presupuestario.

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