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Compartiendo el capital

El capital que llegue priorizará la inversión productiva por sobre la especulativa, orientándose a sectores como agro, energía, minería, bancos y construcción. Así, apuntamos a que en 2017 la inversión suba 20% aportando 4 puntos porcentuales al crecimiento del PIB.

12 octubre de 2016

El despegue de la inversión no sólo marca la intensidad de la recuperación económica sino que también genera sustentabilidad frente al principal problema que presenta el PIB: la volatilidad. Con el acceso al financiamiento despejado y apostando a la mejora en la infraestructura, esperamos un salto en la inversión que podría sentar una buena base para el despegue de la actividad.

Sin brotes (aún) Sin embargo, la inversión aún no ha despertado pese a los avances que realizó el Gobierno desde el inicio de su gestión para mejorar su clima (liberalización del cepo cambiario, el acuerdo con los holdouts y una nutrida agenda pronegocios, entre otros).

Concretamente, durante el primer semestre la Formación Bruta de Capital Fijo (FBKF) cayó 4,2%, explicada básicamente por la muy mala performance de la construcción (-12%), pues equipo durable (55% de la FBKF) creció 2% impulsado por las importaciones.

Aunque con menor intensidad, la caída de la inversión habría continuado en el tercer trimestre, en el que estimamos una contracción de 0,7%, siempre con la construcción opacando el buen dinamismo de equipo durable. Con la obra pública repuntando y el mayor desempeño del mercado inmobiliario, esperamos que la construcción comience a dar señales de recuperación traccionando en el último trimestre un repunte de 6% de FBKF y dejando un buen arrastre para 2017.

Más allá del resultado final que muestre la inversión este año, lo importante es que no crece desde los últimos cinco años. Concretamente, desde el último trimestre de 2011 cuando alcanzó el pico, la inversión acumula una caída del 10% debido a la contracción de 8% en la construcción y del 11% en equipo durable. En otros términos, el gobierno de Mauricio Macri aún tiene una importante tarea: no sólo recuperar lo perdido sino en lograr un sendero de crecimiento estable que le permita crecer de manera sostenida.

En los últimos cuarenta años, Argentina sólo tuvo dos períodos en los que la inversión lideró el crecimiento. El primero fue entre 1991 y 1998, durante la convertibilidad. Baja inflación, una profunda reforma del Estado que incluyó la privatización de la mayoría de las empresas públicas y con fuerte ingreso de capitales (ya sea de deuda como Inversión Extranjera Directa), permitieron que la inversión crezca al 16% anual impulsada por equipo durable (+20% anual) y construcción (+10% anual). Con un contexto económico y político diametralmente diferente, el otro gran salto en la inversión ocurrió entre 2003 y 2011 con resultado muy parecidos: la FBKF creció 15% por año impulsada por equipo durable (+22%) mientras que la construcción lo hizo al 10% anual. La diferencia con el salto inversor anterior es que fue financiado por un contexto de precios récord de commodities que permitió eludir el crédito externo gracias al elevado superávit en la cuenta corriente.

Como sabemos, ambos experiencias no prosperaron. Entre varias razones, la primera porque la estrategia de alta dependencia del financiamiento externo para financiar el déficit en la cuenta corriente quedó sin sustento al cambiar el escenario global en 1998 por la crisis rusa y, la segunda, porque el agotamiento de ciclo de suba de precios de materias primas y fortalecimiento del dólar dejó al mercado cambiario sin la principal fuente de divisas. En ambos casos, el clima de inversión se complicó y con ello la volatilidad aumentó y el crecimiento se detuvo.

Con estos antecedentes, Argentina puede aprovechar las ventajas del contexto internacional actual para que la inversión pueda dar un nuevo salto. En primer lugar, el ciclo de elevada liquidez global continuará y, con ello, el costo de financiamiento para los emergentes seguirá siendo bajo, donde Argentina tiene mucho margen para mejorar. Por otro lado, los precios de las materias primas, aunque aún están bastante por debajo del récord, los términos de intercambio se mantienen en niveles muy favorables. En otras palabras, no habría problemas de financiamiento ni problemas con la balanza de pagos.

En base a esto último, sumado al enorme camino que tiene el Gobierno por recorrer en materia de mejorar la infraestructura, esperamos que la inversión comience a tomar cada vez más fuerza. El país goza de la lluvia de dólares, y a medida que se vaya configurando el nuevo esquema económico con el blanqueo como catalizador, el capital que llegue priorizará la inversión productiva por sobre la especulativa, orientándose a sectores con mejores perspectivas, como agro, energía, minería, bancos y construcción. Así, apuntamos a que en 2017 la inversión suba 20% aportando 4 punto porcentuales al crecimiento del PIB.

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