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“Macri también necesita de las organizaciones sociales”

Entrevista a Lorena Moscovich, Politóloga UBA y docente UDESA.

22 julio de 2016

Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires e investigadora y docente de la Universidad de San Andrés, Lorena Moscovich se especializó, en el primer tramo de su itinerario académico, en el estudio del entramado entre Estado, organizaciones y políticas sociales. Desde hace unos años, está más abocada a la naturaleza y dinámicas de las burocracias estatales. “En el kirchnerismo, las protestas fueron ofensivas y para incomodar a los intereses que estaban en contra del Gobierno. Hoy son claras las demandas y su naturaleza defensiva, pero no tienen todavía un sentido nuevo y propio, ni una alianza que las enmarque”, señala en la entrevista con El Economista.

¿Cuál es el nuevo cuadro de situación que observa en la relación Estado y organizaciones sociales?

Durante el kirchnerismo, las organizaciones sociales fueron socios de gestión y socios políticos del Gobierno. Esto tiene su historia, y su evolución, con un paulatino protagonismo de estas organizaciones. Hay que mirar la cuestión en perspectiva. En los noventa, cuando el Estado comienza a retirarse de algunas funciones, se empieza a quedar también sin llegada territorial y burocrática, y recurre de alguna manera a las organizaciones para canalizar recursos. Durante el gobierno de la Alianza, Graciela Fernández Meijide, ministra de Desarrollo Social, utiliza eso en su intento de “puentear” a la estructura del PJ. Y tiene como paradoja el fortalecimiento de los movimientos piqueteros, que encarnan las protestas de la crisis de 2001. Con Eduardo Duhalde, a su vez, empiezan a ser reconocidas como actores, en el marco del Diálogo Argentino, en un fuerte contexto antipolítico. Y los Kirchner les dan entidad política y las ubican como aliados de gestión. E incluso, las hace competir con sus propios candidatos en el territorio.

¿Esto cambia radicalmente con Cambiemos?

Está por verse. Las organizaciones son parte importantísima de la gestión de las políticas públicas para cualquier gobierno. No hay tener en la cabeza sólo la gestión federal o la de la Ciudad, donde cada tantas manzanas existe un CGP. En el Conurbano existe un montón de gente que sostiene comedores, que hace apoyo escolar, que participa en escuelas que son de gestión privada pero no con fines de lucro... No se puede negar todo eso. Hace poco hubo una especie de escándalo cuando se le permitió tener su título de docentes a algunos maestros que ejercían de hecho. No era más que blanquear una situación que existe. No discuto si estaban capacitados o no, sino el rol protagónico que tienen. En ese sentido, no creo que Macri vaya a prescindir de esas organizaciones, porque ningún gobierno puede hacerlo. Es probable que elija a algunas y no otras. Pero lo que Macri no va a hacer es repartir dinero a organizaciones del campo popular para tenerlas de aliados políticos como sí hacía Cristina. Creo, aunque tampoco descarto una especie de populismo de centroderecha de su parte.

Cambiemos también tiene algunas organizaciones sociales que, de alguna manera, le responden. Los casos de Margarita Barrientos y sus comedores, y de Toty Flores y su organización, por ejemplo.

Por cierto. No lo descarto, pero me parece difícil en este contexto de retracción. Por otra parte, este Gobierno todavía se está ordenando. Analizar al macrismo en términos de patrones de políticas públicas es apresurado. Existe, sí, una orientación en algunos campos de políticas, pero también hay descoordinación y muchas cosas que pasan, no porque el Gobierno quiere que pasen, sino porque el Gobiero no controla lo que tendría que controlar. Por ejemplo, algunos casos de violencia institucional. No creo que el Gobierno quiera reprimir, necesariamente. No tiene control sobre esto, lo cual es peor todavía. Depende de cómo se vaya a articular el campo popular, pero evidentemente hay organizaciones con las que sí creo que puede hacer alianzas. Además, necesita de organizaciones para llevar a cabo las políticas públicas. Es más, es importante que tenga este tipo de relación. Porque traslada información desde la gente y hacia la gente respecto de lo que está pasando. Sobre todo, es importante si no sos peronista.

Desde el otro lado, ¿cómo se han readecuado a este nuevo contexto esas organizaciones sociales?

Cuando estas organizaciones, en los gobiernos krichneristas, protestaban o dirigían su reclamo al Estado en las calles, que es su modo principal de manifestar, demandaban en un contexto de reparto. Porque había algunos niveles de crecimiento. Y porque el gobierno respondía a estas demandas repartiendo dinero. El gobierno de entonces lo fomentaba. El gobierno de Macri ya dejó en claro que no va a responder a las demandas de esa manera. O, por ahora, no lo está haciendo. Y existe un contexto de retracción de la economía y aumento de precios, que hace que las protestas cambien de naturaleza, sean más defensivas. Es decir, intentan defender los derechos adquiridos, que se está perdiendo. Cómo se van a articular, no lo sé.

¿Cómo piensa que puede darse?

Lo que advierto es un grupo de organizaciones grandes sin un norte. En los noventa, protagonizaban protestas defensivas en torno al desempleo y tomaron forma en el movimiento piquetero. En el kirchnerismo, las protestas fueron ofensivas y para incomodar a los intereses que estaban en contra del gobierno. Hoy son claras las demandas y su naturaleza defensiva, pero no tienen todavía un sentido nuevo y propio, ni una alianza que las enmarque. La rapidísima decadencia del kirchnerismo, no sólo en el plano político, sino también en el simbólico, resulta terrible para estas organizaciones, que se movilizan en gran parte gracias a una identidad y un sentido compartido.

¿Qué peso cree que tendrá el sindicalismo en relación a estas organizaciones?

Esto varió según las épocas y según el estado social. La naturaleza de la relación del sindicalismo con el Gobierno es muy distinta a la que puede tener con las relaciones sociales. Tiene mecanismos legales de relación, de acuerdos, y los sindicatos tienen mecanismos legales de protesta. Me parece que se viene una renovación generacional importante y la unidad de un sindicalismo, que está expectante, que observar qué cosas puede obtener del Gobierno. El Gobierno va a tener que escuchar a estos actores. Lo que no puede permitirse es tener una conflictividad permanente, de paros continuos. Esa sensación que atravesó al gobierno de Raúl Alfonsín. Lo que digo es que el Ministerio de Trabajo parece ausente de muchas cosas importantes que están pasando. No veo cuál es su estrategia en relación a los sindicatos. Está reaccionando de manera tardía o a veces no reacciona.

¿Cuáles considera que pueden ser los focos principales de conflictividad de aquí en más?

El cálculo inicial del Gobierno de que, a pesar del aumento de tarifas, iba a dominar la inflación y retomar el crecimiento no parece constatarse. Lo mismo respecto del bienestar de las clases medias y de las clases populares, para prevenir conflictos y hasta para movilizarlas electoralmente. De ahí la importancia de que pueda hacer concesiones para hacer más suave esta transición. El desafío del PRO es convertirse en un partido nacional, con presencia propia, con independencia del radicalismo, que le permita recoger las demandas de la población e intentar satisfacerlas.

A partir de la serie de despidos de trabajadores estatales, se discutió mucho acerca de la burocracia del Estado y el empleo público. ¿Cuál es su visión? ¿Hacia qué Estado cree que pretende ir Cambiemos?

Está muy bien ordenar e intentar ofrecer racionalidad. Efectivamente, se han encontrado dependencias sin funciones concretas o con funciones políticas, alejadas de los fines programáticos. Ahora, creo que lo peor que puede hacer el gobierno de Macri es, como contraparte, ponerse en un esquema del Siglo XX, empresarial, a controlar horarios. Existen esquemas más modernos y sofisticados de trabajo, por resultados, por ejemplo, que pueden ser más útiles. La oportundiad que tiene el gobierno de Macri es modernizar y darle más racionalidad a la administración pública. El Estado tiene lógicas propias como un espacio que gestiona los asuntos públicos, que debe conocerse necesariamente para evitar una posible parálisis. Existen modelo de gestión vinculados al nuevo gerenciamiento público que sugieren esquemas más basados en resultados, con una evaluación de políticas públicas sistemáticas. En Argentina, esto casi no existe.

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