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La inflación se desacelera

Previendo un mercado cambiario estabilizado y sin nuevos ajustes en las tarifas de servicios públicos, el proceso de desinflación continuará.

25 julio de 2016

La aceleración inflacionaria es el mayor costo que está afrontando el Gobierno. La distorsión de precios no es sólo entre bienes y servicios sino también a nivel regional dado el inequitativo reparto de subsidios que estableció la administración anterior. El acomodamiento de precios relativos elevó la inflación por encima de 40% provocando una fuerte caída en el poder de compra y por ende del consumo. Si bien la distorsión de precios está lejos de resolverse, se observan claras señales de desinflación pese a las señales “mixtas” registrados en Capital y en el conurbano.

Concretamente, de acuerdo al flamante índice de Precios al Consumidor para Capital Federal y el Gran Buenos Aires (IPC-AMBA) que publicó el INDEC, en junio la inflación fue de 3.1% y marcó una caída de 1.1 pp respecto a mayo. El menor dinamismo lo explicaron los precios de los bienes que subieron 2.2%, muy por debajo del 4.8% registrado el mes anterior, en tanto que en los servicios se aceleró al marcar una suba de 4.5%, 1,2 puntos porcentuales más que en mayo. El menor incremento en los precios de los bienes lo determinó la suba de apenas 0.3% en indumentaria (vs 2.3% en mayo) y alimentos que aumentaron 3.2% (0.5 pp menos que el mes anterior) gracias al menor incremento en los precio de los lácteos. En el caso de los servicios, la aceleración obedeció a las subas en los rubros de vivienda (7,1% por el incremento en expensas y gas), en gastos para la salud (7% por los ajustes en las prepagas) y en equipamiento para el hogar (4,7%). La aceleración en los precios de los servicios, aunque en varios casos son transitorias, elevó de 2,7% a 3% la inflación “core” (o subyacente).

Similar tendencia mostraron los resultados publicados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (IPC-GCBA) que en junio presentó un alza de 3,2%, 1,8 puntos porcentuales menos que en mayo y la mitad que en abril, siendo el menor incremento mensual desde noviembre del año pasado. La mala noticia es que en los últimos doce meses acumuló un alza del 47% i.a., el peor resultado desde 1992. A diferencia del registro del INDEC en que el menor dinamismo de los precios de los bienes fue compensado en parte por la aceleración en los servicios, en CABA se observó desinflación en ambos: los bienes subieron 2,3% (vs 4,9% en mayo) y servicios 4% (vs 5.1% del mes anterior). Analizando por capítulos, la desaceleración fue generalizada salvo en salud (por prepagas). Lo llamativo de esto es que la “core” subió a 3,6%, 0,3 puntos porcentuales más que en mayo y la más alta desde enero.

Este resultado “mixto”, en el que el IPC general se “desinfla” y la subyacente se aceleró, obedece a cuestiones de ajustes de precios relativos que la núcleo no puede apartar en el corto plazo. No le podemos cargar al IPC núcleo la “responsabilidad” de marcar tendencia en pleno proceso de acomodamientos de precios relativos, especialmente por el brusco incremento en las tarifas de servicios públicos. En otros términos, estimo que el proceso de desinflación continúa. De hecho, de acuerdo a los índices de precios que van publicando las provincias la dinámica ascendente de los precios es cada vez menor. En Córdoba, el IPC marcó un alza de 2,7%, casi 2 puntos porcentuales menos que en mayo (la “core” fue de 2,6% vs. 3,6% del mes anterior) en tanto que en Mendoza fue de 2%, muy por debajo del 5% del mes anterior. Lo mismo ocurrió en San Luis que, si bien la suspensión del ajuste en las tarifas permitió que el IPC de junio marque un alza de apenas 1,5%, excluyendo este impacto, la inflación mensual puntana fue de 3,1%, 1,5 puntos porcentuales menor a la de mayo, replicando la tendencia de desinflación de las demás provincias.

Previendo un mercado cambiario estabilizado y sin nuevos ajustes en las tarifas de servicios públicos el proceso de desinflación continuará. En julio el IPC marcaría un alza en torno al 2,5% y ya para agosto podrá situarse en torno al 2% (el suspenso en la justicia le agrega volatilidad). Será clave lograr este objetivo para que el BCRA pueda continuar con la baja de tasas y los salarios recuperen poder de compra tras un primer semestre en que soportaron, en términos de poder adquisitivo, la mayor caída de la última década. De no cumplirse, la presión sindical le agregará incertidumbre y volatilidad a una economía que busca la estabilización para volver a crecer.

Está claro que pese a las señales claras de desinflación, lejos estamos de festejar. La aceleración de precios en un contexto de caída en el empleo, demora en paritarias golpeó de lleno al consumo y profundizó la recesión. En el haber encontramos que la devaluación y el acomodamiento en las tarifas (ahora en suspenso) fueron dos pasos importantes para evitar una crisis de balance de pagos y ajuste desordenado de la economía en el que seguramente el costo social y la inestabilidad política hubieran sido mucho mayores. Con la liberación financiera y en pleno proceso de re-rating de Argentina, el sector externo será un aliado para el plan de estabilización, pero con eso sólo no alcanza. Para ganarle la batalla a la inflación requerirá que el gobierno afiance el rumbo para corregir el desequilibrio fiscal que hasta ahora tiene gusto a poco.

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