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“Las expectativas sobre el futuro siguen siendo elevadas”

Entrevista a Pablo Knopoff, Director de Isonomía.

02 junio de 2016

por Néstor Leone

“A Mauricio Macri le conviene llegar a las elecciones del año próximo con polos parecidos a los de que tuvo en la votación del año pasado: de polarización con Cristina Kirchner”. Quien dice esto es Pablo Knopoff, licenciado en Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella y uno de los socios fundadores de Isonomía, quien analiza el rumbo del Gobierno, el cuadro de situación de los espacios opositores y lo que considera es la variable clave para evaluar el actual momento político: la agenda del primer metro cuadrado; es decir, las preocupaciones concretas de la sociedad. “Las expectativas sobre el futuro siguen siendo altas. Y en algunas variables está casi intacta, tanto en lo general, cuando se pregunta a los encuestados sobre el país, como respecto de la economía doméstica”, sostiene en la entrevista con El Economista.

El Gobierno de Macri parece haber recuperado la iniciativa, luego de unas semanas en las que estuvo detrás de los hechos. ¿Comparte?

No me animaría a decirlo en esos términos. A todos los actores políticos les está costando instalar su agenda. Y, en ese sentido, lo que hay que mirar no es tanto lo que les pasa a los dirigentes del oficialismo o de la oposición, sino qué le pasa a la sociedad, que evidentemente está buscando otra cosa. Por ejemplo, reducir los volúmenes de relato y ver qué sucede en la agenda real. Lo que llamo la agenda de su primer metro cuadrado. Lo que nosotros sobreanalizamos tiene, en realidad, menor impacto del que pensamos. Tanto cuando consideramos que el Gobierno acierta o se equivoca. O cuando consideramos lo mismo de la oposición. El caso del empleo es emblemático.

¿En qué sentido?

El Gobierno resuelve el tema con un veto, en una clave comunicacional compleja, dado que el grueso de quienes intervinieron en la discusión la llamó ley antidespidos. Pero tampoco queda claro que eso haya sido una derrota, porque no se sabe bien quién pudo haber sido el ganador. Uno podría pensar que Sergio Massa se posicionó interpelando sobre el tema, pero cuando se observa el resultado estrictamente concreto, no queda claro. Como no queda claro, retomando la pregunta inicial, quien está yendo delante o detrás de la agenda y si eso importa. Lo mismo, la discusión sobre si el Gobierno comunica bien o mal. Lo que digo es que no sé si al ciudadano común le genera algún tipo de impacto.

Las encuestas que se conocen por estos días parecen reflejar cierta distancia entre la evaluación de la gestión de Cambiemos y la imagen del Presidente. Con margen a favor de esta última. ¿Qué análisis hace al respecto?

Lo que subyace en eso es que el elemento central es el tiempo: el presente contra el futuro. Cuando se analizan las variables que tienen impacto real, como la inflación, esta disparidad es concreta. Pero las expectativas sobre el futuro siguen siendo altas. Y en algunas variables está casi intacta, desde lo general cuando se pregunta por el país, hasta cuando se pregunta sobre la economía doméstica. Por ejemplo, cuando se le pregunta sobre el empleo y sobre el consumo, cómo está hoy y cómo va a estar en el futuro. Y para el Gobierno es positivo y negativo al mismo tiempo, porque es difícil y un desafío responder a ese nivel de expectativas. Pero, a su vez, ese nivel de expectativas permite sostener, con menos costos, un presente que preocupa. El presente está atravesado por preocupación que se alivia con esas expectativas, porque la mayoría de los argentinos entiende que el futuro es promisorio.

Relacionado con eso, ¿no puede convertirse en un boomerang haber apostado tanto, discursivamente, al segundo semestre?

Estamos a las puertas de ese momento, con ciertas certezas respecto de una recuperación retraída, en el mejor de los casos. Siempre que se anclan las expectativas en el futuro es razonable pensar que se mantengan intactas hasta que ese futuro no llegue. También es razonable pensar que si no se da esa recuperación llegado ese momento, las expectativas caigan más rápido. Ahora bien, estamos viendo que las expectativas a futuro no son precisamente el comienzo calendario del segundo semestre. O sea, queda más tiempo. Lo que nunca queda claro es ni cuánto ni por qué. Es decir, aquel te dice que espera al futuro con expectativas no sabés si, en un mes o dos, te va a decir lo mismo. Porque lo que también puede suceder es que, finalmente, la baja de la inflación sea el factor que la ciudadanía entienda como posible para el segundo semestre. Ahora, si no es esa la variable, si se está esperando reactivación y esto no sucede o no viene en un volumen que sea tangible, el Gobierno tendrá ahí un desafío importante. Por eso, esas dos cuestiones: si el segundo semestre es calendario (mi sensación es que no) y qué implica esa mejoría esperada.

¿Cómo se da la distribución social de esas expectativas? ¿Hay un deterioro en las bases de sustento de Cambiemos?

El Gobierno, para mantener la aprobación que tiene, necesita de apoyos importantes en los sectores medios y en los segmentos medio-bajos y bajos. Creo que puede reducirse esos apoyos, pero no tiene que ver con variables socioeconómicas. La variable central para entender la base de sustentación del Gobierno es más de clave política: lo actitudinal. Es decir, cuán cerca o cuán lejano te sentís del Gobierno. Los movimientos se dan más ahí, en términos de expectativas. Y tiene que ver con lo que representó Macri sobre el final de la campaña de la elección pasada y sus primeros meses. Ahí hay que tener en cuenta que la grieta sigue existiendo, y con mucha fuerza. Y sigue siendo el elemento que ordena el electorado.

Relacionado con eso, la oposición persiste en su fragmentación ¿Cómo piensa que puede evolucionar este escenario?

Si la clave es qué es distinto al Gobierno, la respuesta es Cristina. Es la alteridad, y la otra cara de la moneda. El problema para ella es la erosión que tiene su figura y que interpela mucho desde la política y no desde los problemas concretos. Por eso, creo, es que no termina de generar apoyos tan grandes, como ese frente ciudadano que mencionó en Comodoro Py. La pregunta, entonces, es: si no es Cristina, ¿quién? Por volumen de conocimiento aparece la figura de Sergio Massa. Pero me parece que los polos que tuvimos el año pasado en la elección no han cambiado, aunque todas estas cuestiones también estén crujiendo. La nuestra es una sociedad con mucha preocupación, pero con expectativas. Que lo que espera son soluciones, más que movidas políticas.

¿Le conviene a Macri polarizar una y otra vez con Cristina?

Esa polarización existe de hecho. El que quiere algo distinto a Cristina quiere a Macri. Y el que quiere algo distinto a Macri quiere a Cristina. Pienso que a Macri le conviene llegar a las elecciones del año próximo con polos parecidos a la elección del año pasado. Y que el mandato de la elección sea el mismo: ponerle límites al kirchnerismo o volver al kirchnerismo. Si ese es el mandato, algunos actores de la política que se sentirían más cómodos enfrentando al macrismo, no lo van a hacer con contundencia, porque ese lugar lo va a ocupar Cristina. Si Cristina no fuese el otro polo, las preguntas seguramente serían otras. Macri, indudablemente, tiene más sustentación cuando la pregunta es qué hacemos con Cristina, en un sentido metafórico.

Massa, en algunas oportunidades, resulta una piedra en el zapato para el Gobierno y, en otras, es el propio Massa el que pierde peso ante esa polarización y el agostamiento de la “avenida del medio” que propone.

Massa logró en la elección del año pasado algo que muchos creíamos que era difícil: hacer pie en el electorado, porque tuvo más de cinco millones de votos. Lo que le conviene a Massa es encontrar temas, como sucedió con el empleo. Lo que pasa es que es muy difícil cuando no sos gobierno: no tenés la botonera de la agenda, aun para equivocarte. Massa mostró en marzo de 2014, con la discusión por la reforma del Código Penal, que tenía capacidad para eso. Con el empleo surfeó bien la ola. Ahora, es difícil encontrar permanentemente temas para imponer. Es difícil, y también los temas duran poco en discusión. En seis meses pasaron un montón de cosas, con poca permanencia en el tiempo: desde la triple fuga a la visita de Barack Obama, pasando por la reaparición de Cristina.

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