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El consumo mejorará en el segundo semestre

Comienzan a notarse algunas señales que invitan a moderar el pesimismo sobre el consumo. Lo más importante es la desaceleración que marca la inflación desde la segunda semana de mayo y que se consolida en junio. Asimismo, hay otros factores adicionales.

22 junio de 2016

Comienzan a notarse algunas señales que invitan a moderar el pesimismo sobre el consumo. Lo más importante es la desaceleración que marca la inflación desde la segunda semana de mayo y que se consolida en junio. Asimismo, hay otros factores para pensar que podría repuntar. La apuesta del Gobierno al ordenamiento macroeconómico tuvo un altísimo costo para el nivel de actividad. La complejidad de una pesada herencia combinada por la falta de timing y de mecanismos de contención fue letal para el consumo que muestra la peor performance de los últimos quince años. Pese a los importantes avances para mejorar el clima de negocios, la inversión no despega. De todas formas, esperamos que en lo que resta del año la inflación baje y, con mayor estímulo fiscal, el consumo comience a dar señales de mejora.

En los últimos seis meses la inflación tuvo el mayor salto desde la salida de la convertibilidad, especialmente en la región metropolitana, donde más se sintió el ajuste de tarifas de servicios públicos. Concretamente, entre diciembre y mayo el IPC de la Ciudad de Buenos Aires subió 30%, explicado principalmente por el incremento de más del 80% en los precios regulados (básicamente tarifas de electricidad, agua, gas y transporte, que subieron entre 150% y 300%) mientras que en el resto del país se ubicó en torno al 25%. Con esta performance, en los últimos doce meses la inflación se ubicó en torno de 40% prácticamente en todo el país.

En este contexto de aceleración de precios, los salarios y los ingresos de las familias tuvieron una notable caída en el poder de compra que no pudo ser compensada por el mayor dinamismo que le dio el Gobierno al gasto en jubilaciones y subsidios sociales (de hecho, fueron los únicos gastos que subieron por encima de la inflación). Esto, combinado con la incertidumbre que generó el cambio de ciclo y con tasas de interés muy elevadas, impactó de lleno sobre el consumo.

De acuerdo al último informe del Indec, las ventas en supermercados en abril cayeron casi 9% interanual en términos reales, siendo uno de los peores resultados de la última década. La caída de las ventas fue generaliza en todos los rubros y en todas las regiones, destacándose la importante merma en el rubro alimentos, síntoma que el ajuste llegó al hueso del consumo. Entre las provincias, la peor performance se la llevaron Chubut, Córdoba, el interior de la provincia de Buenos Aires y Tucumán. El comportamiento en supermercados se replica en el resto de la actividad comercial y la tendencia de abril se habría repetido en mayo y junio. Así las cosas, es la peor performance del consumo de las familias desde la salida de la convertibilidad.

Pese a este sombrío panorama, comienzan a notarse algunas señales que invitan a moderar el pesimismo. Lo más importante es la desaceleración que marca la inflación desde la segunda semana de mayo y que se consolida en junio. Concretamente, si bien en mayo el IPC de la región metropolitana subió por encima de 4% (4,2% de acuerdo al nuevo IPC del Indec y 5% de acuerdo al IPC de CABA), la mayor contribución la aportaron los precios regulados como cigarrillos y en servicios de agua que se concentraron en la primera semana. En otros términos, lo peor del salto inflacionario ya pasó y en lo que resta del año el IPC se movería en torno del 2% mensual (proyectamos 2,1% m/m en junio).

Además de la desinflación, el consumo se verá favorecido por los ajustes salariales que en términos generales comenzarán a entrar en vigencia a partir de julio. De hecho, las paritarias promediaron ajustes en torno de 35% por lo que los salarios podrán recomponer parte del poder de compra perdido. A esto se suma que, tal como prometió el BCRA (y está haciendo), las tasas de interés acompañarán este proceso lo cual será motor del crédito (recordemos que el crédito al sector privado es el más bajo de la región por lejos y tiene mucho camino por recorrer).

Ante la ansiedad de mostrar resultados, la política fiscal también será un factor expansivo. Si bien arriesga el objetivo de equilibrio fiscal, el Gobierno apuesta a reactivar el consumo con la devolución de IVA de la canasta básica para los jubilados y beneficiarios de planes sociales, suba en jubilaciones y el despegue del gasto de capital tras el freno de los primeros cuatro meses.

Así las cosas, tras un primer semestre de doloroso ajuste, la esperanza en la segunda mitad del año responde a nuestra proyección de un lento despegue del consumo y la inversión. No será un despegue en “V” como es característico después de toda crisis y recuperación de nuestro país, pero irá ganando en dinamismo si el Gobierno consolida la búsqueda de equilibrio macroeconómico con fortalecimiento institucional.

(*) Economista jefe de Analytica.

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