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Target de crecimiento versus target de inflación

El dilema que enfrenta el Gobierno

12 febrero de 2016

(Columna de Mariano de Miguel, economista y presidente del Capítulo Bs As de la Sociedad Internacional para el Desarrollo -SID-)

La actividad y la inflación dependerán este año, esencialmente, de dos variables, cuyo desenvolvimiento es todavía relativamente incierto: el valor del dólar a diciembre y las paritarias. Durante el 2015 la depreciación promedio del peso (14%) y la inflación (25%-27 según estimaciones privadas e institutos provinciales) estuvieron por debajo de los aumentos salariales (32% para los asalariados registrados y 28-30% para el conjunto), recomponiéndose el poder adquisitivo del salario tras su erosión en 2014 y con una leve mejora del consumo y el PIB. El desempeño macroeconómico depende centralmente del modo en que estas variables se combinen en el primer semestre.

El plan del Gobierno, presentado por el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, estipula una meta inflacionaria del 20-25% para 2016 (12% al 17% para 2017 y 8% a 12% para 2018). Se propone además reducir el déficit fiscal en un punto. Son pautas ambiciosas, considerando que no ha concluido todavía el traspasamiento cambiario sobre los precios y que todavía está por verse en qué punto logrará estabilizar la cotización del dólar la autoridad monetaria.

En los últimos días la autoridad monetaria convalidó un mayor deslizamiento del tipo de cambio. El peso pasó de fluctuar alrededor de los $13,4 por dólar a comienzos de enero a cotizar $14,25 durante los primeros días de febrero. Ejerciendo, asimismo, control sobre la divisa mediante las tasas de interés (tras la salida del cepo el BCRA instrumentó un fuerte aumento en la tasa LEBAC hasta 38% a 30 días) y el acuerdo de liquidación programado con las cerealeras.

No obstante, el ingreso de divisas terminó por ubicarse debajo de los montos acordados con el Gobierno, que suponían un ritmo diario de US$ 400 millones para diciembre. Las liquidaciones fueron desacelerándose desde la primer semana de enero, rondado los US$ 80 millones por día la última semana del mes. La menor cuantía de divisas ingresadas fue acompañada por una disminución en las tasas LEBAC (30,75% a fin de enero), convalidando así una mayor cotización del dólar.

Los escenarios

Aparecen dos escenarios con mayor probabilidad de ocurrencia. En el primero, manteniéndose el piso de las paritarias en niveles próximos al 30%, el movimiento obrero no acepta una pérdida relevante del poder adquisitivo asociada a la devaluación tras la salida del cepo y el aumento de tarifas[1]. La recomposición del salario real daría cierto sostén a la actividad económica por el lado del consumo privado. Sin embargo, este escenario complicaría la política antiinflacionaria, ya que el posterior traslado a precios de los costos salariales derivará en una inflación inercial superior a las metas pretendidas.

El segundo escenario es que las negociaciones salariales sean moderadas, cerrando en torno al 25%, entrañando una aceptación del movimiento obrero a retrotraer su poder adquisitivo a niveles cercanos a los de 2010. Si bien este panorama estaría más en línea con un objetivo inflacionario, aunque lejos del 25% de Prat-Gay, el deterioro del poder adquisitivo implicará, caeteris paribus, un menor consumo, traccionando la actividad a la baja (más de 2%).

En vistas a que las metas del Gobierno contemplan simultáneamente una reducción del gasto público, el crecimiento dependería en este caso de las exportaciones ?motorizadas por una mayor competitividad cambiaria, la baja en los derechos de exportación y la eliminación de restricciones? y de la inversión privada ?impulsada por la mayor rentabilidad?. No obstante, la difícil situación económica de nuestros principales socios comerciales vuelven poco factible que las exportaciones cumplan un rol dinamizador importante, al menos en el corto plazo. Por otro lado, es dudoso que la inversión privada reaccione a la mayor rentabilidad ante una demanda poco pujante, excepto en sectores puntuales. En suma, este segundo escenario brindaría menor preocupación en cuanto a precios, competitividad cambiaria y en el frente externo, dado el menor requerimiento de divisas implicado, a costa de una merma en la actividad y, a la larga, una tensión por el lado real y del empleo.

Estos dos escenarios evocan el dilema entre moderar el ajuste de la actividad, corriendo el riesgo de no estabilizar la dinámica de precios y tipo de cambio, o pagar el costo de una mayor recesión, apostando a la contención inflacionaria fruto de una negociación salarial que no recupere poder adquisitivo. Probablemente se busque superarlo con el antídoto de la deuda.

[1] Fernando García Díaz, de Contexto Consultores, estima que los hogares más pobres de AMBA perderán entre 9% y 13% de la capacidad de compra de su ingreso y rondará el 5% y 7% la pérdida del 30% más pobre en el resto del país.

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