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Las diferencias y las similitudes con 2014

La pregunta del millón es qué sucederá en la segunda mitad del año: ¿que debe ocurrir para que haya un repunte?

10 febrero de 2016

(Columna de Lorenzo Sigaut Gravina, economista jefe de Ecolatina)

A principios de 2014, el ajuste de precios relativos (devaluación y suba de tarifas) impactó negativamente sobre el poder adquisitivo de los hogares generando una contracción significativa del consumo (salarios viejos frente a precios nuevos) que hundió a la economía en una recesión. La devaluación destrabó el mercado de cambios, pero la mejora del sector externo se debió más al deterioro de las importaciones que a la recuperación de las exportaciones.

Un poco de historia

La apuesta del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner para la segunda mitad de 2014 era recuperar el dinamismo de la actividad a partir de la inversión. Para ello, el Ejecutivo cerró a mediados de ese año un acuerdo para saldar la deuda impaga con el Club de París (de poco más de US$ 6.000 M originales, el Ejecutivo convalidó una deuda de casi US$ 10.000 M).

El acuerdo con el Club de París, junto con el cambio de precios relativos y una política monetaria restrictiva similar a la actual (a principios de 2014, Carlos Fábrega subió casi 10 puntos las tasas de las Lebacs y redujo considerablemente la expansión de los agregados monetarios), buscaban estimular la inversión (interna y externa). Sin embargo, el conflicto con los holdouts recrudeció, las autoridades no acataron el fallo de Thomas Griesa y Argentina entró en un default parcial que la alejó de los inversores internacionales y los mercados financieros.

Sin financiamiento externo, la inversión no respondió y la inflación diluyó la ganancia de competitividad externa lograda tras la devaluación. De esa forma, 2014 cerró con renovadas tensiones cambiarias y un mayor deterioro de la actividad y la inversión. Recién a principios del año pasado se estabilizaron las expectativas de devaluación (gracias al swap con China acordado por un equivalente a US$ 11.000 M), sentando las bases para la recuperación observada en la primera mitad de 2015.

2014 versus 2016 Repasar lo que sucedió en 2014 sirve para entender la dinámica actual. En primer lugar, esperamos para el primer semestre del corriente año una contracción de la actividad por el impacto de la devaluación y las tarifas en el poder adquisitivo de los asalariados (similar a lo ocurrido en el primer semestre de 2014). La pregunta del millón es qué sucederá en la segunda mitad del año: existe la posibilidad de un repunte si el flamante Gobierno logra reactivar la inversión y reabrir el financiamiento externo. Pero la experiencia del segundo semestre de 2014 nos muestra que si estas iniciativas no llegan a buen puerto, la recesión se extenderá a todo el año.

El Gobierno de Mauricio Macri ha desplegado una batería de medidas para mejorar los incentivos a hundir capital en el país. Entre ellas destacan: I) acceder al crédito de organismos internacionales (a tasas bajas y plazos largos) para llevar adelante un ambicioso plan de infraestructura; II) remover trabas internas que afectan la normal operatoria de las empresas (cepo cambiario); III) establecer reglas claras para el sector privado; IV) recomponer la rentabilidad de sectores claves (agroindustria); V) canalizar el ahorro de los argentinos al sistema productivo; VI) recomponer lazos con el mundo para abrir mercados y atraer inversiones (asistir al Foro de Davos, acercarse a la OCDE y a EE.UU., y permitir al FMI la revisión de la economía argentina); y VII) solucionar el conflicto con los holdouts.

Los enigmas Ahora bien, ¿alcanzan todos estos cambios para movilizar inversiones?

En el plano interno, será clave la consistencia del plan económico oficial. El cambio de las expectativas ha favorecido al Gobierno pero para sostener el optimismo de los agentes el equipo económico deberá resolver exitosamente diversos frentes cruciales (lograr un acuerdo económicosocial). Cada avance (o retroceso) en materia económica será clave para apuntalar la credibilidad del esquema, y a mayor (menor) confianza habrá más (menos) inversión.

En el frente externo, el acuerdo con los holdouts es clave. Pese a que los cambios implementados por el Gobierno de Macri han tenido buena recepción en el mundo y vuelven a posicionar a Argentina en el radar de los inversores, el contexto internacional es cada vez más adverso (menor crecimiento y mayor volatilidad financiera). Cerrar dicho conflicto facilitará la compleja tarea de conseguir financiamiento e inversiones en el país. De hecho, implica remover la piedra que hizo tropezar la estrategia de recuperación de mediados de 2014 para apuntalar las reservas del BCRA y alejar la restricción externa que frenó el crecimiento.

El Gobierno electo ha emitido las señales correctas, pero no está claro si éstas alcanzan para lograr que los animals spirits movilicen la inversión y el empleo en nuestro país. Hasta ahora el equipo económico ha removido el cepo cambiario sin extinguir la luna de miel con el Presidente, pero la batalla de las expectativas continúa. La quita de subsidios (en electricidad), la remoción de empleados públicos (en el ámbito nacional) y el creciente malestar de los sindicatos/gobernadores son temas álgidos que pueden revertir el humor social existente.

Más aún, está llegando el turno de negociar salarios en un contexto inflacionario complejo: producto de la devaluación, la quita de impuestos y trabas a las exportaciones, y el descongelamiento de tarifas (eléctrica) y varios precios acordados, la suba de precios se ha acelerado de cara al inicio de las paritarias. Hasta ahora el avance en el frente antiinflacionario provino del BCRA (similar a lo sucedido en 2014): la autoridad monetaria puso al tope de sus prioridades lograr la estabilidad de precios (cambio sustantivo respecto de la gestión de Alejandro Vanoli), concentrando su atención en absorber pesos de la economía y morigerar la emisión destinada a financiar el fisco.

Sin embargo, en una economía con elevada inercia inflacionaria y escasa profundidad del sistema financiero, la responsabilidad de contener la inflación excede al Banco Central. El Ministerio de Hacienda y Finanzas deberá coordinar la puja distributiva acotando las expectativas de incremento de precios y salarios. Para acercar posiciones el Ejecutivo deberá dar beneficios fiscales a los trabajadores (la reducción de impuestos alivió mayormente a las empresas), lo que no ayuda a contener el déficit fiscal e implica buscar mayor financiamiento genuino para no exacerbar la emisión.

Administrar bien las tensiones en los primeros meses del año será clave para concretar una recuperación de la economía hacia finales de 2016. Pero como dice el refrán “del dicho al hecho hay un gran trecho”.

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