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La inflación y la política

Las modificaciones en los precios relativos y los objetivos del Gobierno

22 febrero de 2016

(Columna de Matías Carugati, economista jefe Management & Fit)

La inflación es, lógicamente, uno de los temas principales en la agenda pública. El Gobierno apunta a una banda objetivo del 20-25% anual aunque las modificaciones en los precios relativos (tipo de cambio y tarifas) atentan contra las posibilidades de éxito. Por definición, la estrategia gradualista requiere de tiempo para ofrecer resultados, pero la política ya metió la cola. Ante el surgimiento de las primeras tensiones distributivas, Mauricio Macri apeló a herramientas poco efectivas para atacar la inflación (control de precios online y política de defensa de la competencia) y cometiendo desprolijidades que pueden costarle caro a mediano plazo (el “affaire” Bevacqua). Por si fuera poco, la oposición también comenzó a criticarlo por la suba de los precios.

¿El IPC Congreso contraataca?

En medio del apagón estadístico, un grupo de diputados nacionales reflotó el IPC Congreso. A partir de ahora serán los legisladores del Frente Renovador y del interbloque Progresistas los que publicarán mensualmente el promedio de estimaciones de precios realizadas por consultoras privadas.

Al igual que antes, el indicador aporta información pero no es el mejor ejemplo de transparencia y precisión, ya que se promedian cifras que surgen de metodologías desconocidas y heterogéneas. Es decir, variaciones que surgen de canastas que contienen bienes distintos, con precios relevados de formas diversas y en diferentes zonas geográficas. Siquiera se sabe cuáles son las consultoras que participan del nuevo IPC Congreso. El secreto estadístico tenía sentido cuando las firmas podían ser castigadas con multas, situación hace tiempo remediada a nivel judicial.

Más que llenar un vacío hasta que se normalice el Indec (para ello el Gobierno recomendó los IPC de San Luis y CABA) la oposición utilizará políticamente al índice del Congreso para ganar visibilidad y criticar la estrategia económica. De todas formas, las cifras presentadas son incluso menores a las publicadas por el propio Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Concretamente, la inflación mensual saltó de 2,2% en noviembre a 3,8% en diciembre y luego bajó levemente, a 3,6%, en enero (9,9% acumulado). En tanto, los datos de inflación para la entidad porteña fueron, respectivamente, de 2%, 3,9% y 4,1% (10,3% en los tres meses).

Devaluación e inflación, otra vez

La ausencia de cifras oficiales también alienta críticas de la oposición más dura. Sin sonrojarse mínimamente, el kirchnerismo acusa al Gobierno de dejar que la inflación esté fuera de control tras la salida del cepo cambiario. Es cierto que los precios están sintiendo el impacto de la devaluación, pero hasta ahora están respondiendo mejor que cuando Cristina y Axel Kicillof debilitaron la moneda a comienzos de 2014.

Las cifras son contundentes. A pesar de que el shock cambiario de Macri fue mayor al implementado por la gestión anterior, el impacto sobre los precios resultó menor. En otras palabras, el coeficiente de traslado a precios es inferior en esta ocasión. Tres consideraciones fortalecen esta conclusión: (1) el análisis incluye el mes anterior a la devaluación, para capturar cualquier efecto anticipatorio (más fuerte en la devaluación reciente); (2) la inflación actual también se vio empujada por la quita de retenciones; y (3) el balance no se modifica si se extiende la ventana de análisis un mes más, considerando incluso una inflación mensual del 5% para febrero.

Aunque no parezca, apenas pasaron dos meses desde el cambio de Gobierno. La nueva administración inició su mandato implementando correcciones de precios relativos que son necesarias para la economía pero que a corto plazo complican la dinámica inflacionaria, sobre todo teniendo en cuenta la falta de instrumentos creíbles de medición y la apertura de las paritarias. En medio de todo este ruido, la política tampoco ayuda al exigir resultados más rápido de lo que la economía puede ofrecerlos. Macri haría bien en no desesperar y evitar que la política le marque los tiempos. Si el compromiso es reducir la inflación gradualmente lo peor que puede hacer es entrar en contradicciones que puedan debilitar su estrategia a mediano plazo. Aun cuando ello implique ir en contra de la opinión pública y pierda capital político. Si su estrategia termina dando frutos (positivos, esperemos) su paciencia se verá más que recompensada.

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