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"Brasil enfrenta su peor crisis desde los '40"

Entrevista a Monica de Bolle

18 diciembre de 2015

En diálogo con El Economista, Monica de Bolle (senior-fellow del Peterson Institute for International Economics y PhD del London School of Economics) analiza la crisis en Brasil y proyecta un panorama muy pesimista para el principal socio comercial de Argentina.

Primero, un poco de perspectiva histórica. ¿La crisis económica que enfrenta Brasil es la peor desde cuándo?

Eso depende del ángulo que uno adopte. Esta crisis tiene dos facetas. Una faceta política grave y una económica también muy severa. Políticamente, esta es, probablemente, la peor crisis desde la redemocratización. Económicamente, este año veremos la peor recesión desde 1990, el año en que el entonces presidente (e imputado) Fernando Collo de Melo confiscó los depósitos de la gente, un movida desesperada y mala, para extinguir una inflación de 4 dígitos. Cuando sumamos las dos facetas de la crisis, es decir, el malfuncionamiento económico y político de Brasil, arriesgaría a decir que es la peor crisis desde las vísperas del suicido de Getulio Vargas en los '40.

Brevemente, ¿cómo llegó Brasil aquí?

Por dos palabras: políticas ideologizadas. Siendo un poco más extensos, y además de las políticas ideologizadas, potenciadas por la crisis financiera de 2008, una sobredependencia de China y el boom de las commodities que escondió detrás de un velo una metástasis que se diseminaba: la corrupción. La concepción ideologizada de los policy-makers se ha caracterizado por la concepción engañosa de que la economía, si le pegas lo suficiente con políticas de estímulo al crédito y al consumo, eventualmente crecerá. Lo que hemos visto, en cambio, es que si uno hace eso intensamente y por un periodo de tiempo extendido, la inflación se dispara y la actividad se hunde. ¿Deberíamos haber aprendido esto de nuestros ciclos de auges y caídas? Seguramente. Sin embargo, el boom de las commodities y la idea de que habíamos encontrado una nueva receta para reducir la desigualdad de ingresos desechó el camino de la prudencia macroeconómica.

¿Por qué está cayendo tanto el PIB?

La fuerte caída en el PIB en 2015 es un resultado tanto del desbarajuste macroeconómico como del punto muerto político y las severas incógnitas asociadas con el escándalo de corrupción de Petrobras que, dicho sea de paso, no deja de expandirse. La inversión se frenó en 2015 y hubo mucha destrucción de riqueza. A pesar de la caída en la actividad, la inflación se aceleró por los reajustes de precios (por ejemplo, la remoción de los controles de precios implementados en 2012-2014) así como por la reindexación general de la economía. La tasa de inflación está cerca del 11% y no muestra señales de que bajará, pese al desplome del PIB. Esto está estrictamente vinculado con una situación fiscal insostenible que no muestra señales de ser resuelta en el futuro cercano.

¿Cuáles son las proyecciones para el PIB en el corto plazo y se puede acelerar la caída?

El PIB en el 4° trimestre se habría contraído nuevamente, y los comienzos de 2016 no presagian mejores tiempos. La perspectiva para el nivel de actividad depende en buena medida en si la crisis política será resuelta y en si una asediada Dilma Rousseff entenderá la necesidad urgente de ajustes. Pero ambos escenarios son improbables. Especialmente si Dilma, enfrentando juicio político, probablemente intente apostar fuerte para lograr resucitar a través de reforzar (double-down, en inglés) las políticas que han conducido a Brasil a esta terrible situación. La situación va a empeorar mucho más antes de empezar a mejorar. El ministro de Hacienda, Joaquim Levy, está al borde de la renuncia, toda una señal de que no hay ninguna luz asomando en el horizonte.

¿Qué debe hacer el Gobierno para estabilizar los niveles de actividad?

El Gobierno no puede estabilizar nada hasta que no comprenda la naturaleza del ajuste y las reformas que el país necesita. Pero, asimismo, tiene una capacidad de acción limitada por la crisis política que ha envuelto al país. En el corto plazo, creo que la caída de Brasil aún está lejos de tocar un piso y más lejos aún de llegar al proverbial punto de inflexión.

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