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El empleo indecente

En los aglomerados urbanos el 31,9% de los trabajadores no realizan aportes

16 septiembre de 2015

(Columna de Juan Gabriel Flores, abogado y master en Política y Gestión Pública)

La última Encuesta Permanente de Hogares (EPH) indicó que el desempleo bajó al 6,6% durante el segundo trimestre del 2015, por debajo del 7,5% registrado en el mismo período del año pasado. De ese modo, los desocupados pasaron a ser 783.000, en lugar de los 890.000 que había entre abril y junio del 2014.

Consultado sobre los motivos de este descenso, el ministro de Trabajo de la Nación, Carlos Tomada, destacó que la baja registrada en el nivel de desempleo es producto de la defensa del trabajo y señaló que, actualmente, se observa una estructura ocupacional muy sólida y estable en el país.

Por Télam, Tomada recalcó: “Estos resultados no son una sorpresa sino que encuentran su origen en la defensa del trabajo, un rasgo característico de nuestro Gobierno, y en las políticas contracíclicas que se han tomado para enfrentar la crisis mundial”.

Algunos especialistas han remarcado que la baja en la desocupación se debe, en parte, a un “efecto desaliento” que reduce la Población Económicamente Activa (PEA) y, por lo tanto, hay menos gente que demanda un trabajo. Esta circunstancia gravita en el índice mencionado. Otros, han sostenido que los datos oficiales sobre el nivel de actividad no son creíbles y que, de calcularse correctamente, el desempleo sería del 10,6%. También están los que atribuyen la generación de empleo al aumento de la plantilla de empleados en el sector público, que en el primer trimestre del año, aportó cerca de 100.000 puestos, creciendo a una tasa del 4,5%, muy por encima tanto del ritmo de expansión poblacional como de la ocupación privada.

¿Qué empleo tenemos?

Si bien el debate tiene importancia, poco se habla de la clase de empleo que tenemos. La calidad del empleo va de acuerdo con la registración laboral, ya que en nuestro país la posibilidad del trabajador de acceder a los beneficios de la seguridad social está sujeta a la cantidad de cotizaciones que a los diferentes subsistemas realizan el trabajador y su empleador.

Los que se encuentran sin la debida registración son los más necesitados de protección social, no sólo por su inestabilidad laboral y su falta de seguridad de ingresos sino, fundamentalmente, porque están mucho más expuestos a correr graves riesgos para su seguridad y su salud.

Según datos oficiales, en los aglomerados urbanos de la Argentina, el 31,9% de los trabajadores no cotizan aportes ni contribuciones a la seguridad social. Este dato es altamente significativo y, aún más, si tomamos en cuenta que diferentes estudios han calculado el trabajo “en negro” en el sector rural por encima del 75%. Es decir, existe un tercio de la población que se ha resignado a trabajar en condiciones desfavorables sólo para poder aumentar los ingresos que le permitan un piso mínimo de subsistencia.

La no registración, además, genera inconvenientes de tipo económico tanto para los trabajadores registrados como para los empresarios. A los trabajadores, los afecta el hecho de que sus beneficios se ven reducidos o cercenados por la imposibilidad de los prestadores de cumplir con las condiciones o la calidad de las prestaciones. Los empresarios, por su parte, se ven debilitados por la competencia desleal, que se genera por la evasión de los aportes y contribuciones a los diferentes subsistemas de la seguridad social.

Hay que reconocer que el Gobierno ha venido aplicando desde 2002 una serie de políticas públicas tendentes a combatir estos factores. Ejemplo de ello son la implementación del Programa Nacional de Regularización del Trabajo (PNRT), la reducción de las contribuciones patronales para nuevos empleos, el nuevo Régimen del Trabajo Agrario, el Régimen Especial de Contrato para el Personal de Casas Particulares y los Convenios de Corresponsabilidad Gremial, programas de formación profesional y terminalidad educativa.

No obstante, en el Siglo XXI no podemos quedarnos solamente con que el empleo sea tener un puesto de trabajo a cualquier precio o en cualquier condición. Un trabajador que se accidenta en su lugar de trabajo y no está registrado es un trabajador que no tiene cobertura ni para él ni para su familia. Un trabajador no registrado que pierde la vida, condena a su pareja y a sus hijos a la desprotección total por no poder acceder éstos al beneficio de pensión. Un trabajador no registrado que por su edad no tiene fuerzas para continuar con su vida laboral es un trabajador que pasará su vejez en la indigencia. Por eso, entiendo, que no se trata de empleo o desempleo, sino de empleo decente o indecente.

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