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Continuidad o cambio: ¿Una pregunta equivocada?

Repetir el esquema macro actual en 2016 es inviable

01 julio de 2015

Muchas veces la economía le cierra algunos caminos a la política. La necesidad de un cambio en la política económica es bastante evidente. Nuestro país venía mostrando desbalances muy importantes en los últimos años que se agudizaron en gran medida durante el 2015 producto de una estrategia económica electoralista. El desequilibrio macroeconómico le deja poca vida al esquema actual, independientemente del ganador en octubre.

En los últimos cuatro años, la economía se encuentra estancada en términos per capita, y no existe crecimiento alguno. Con lo cual, podríamos cambiar el enfoque y preguntarnos si el Gobierno que asuma, más allá de la bandería política, aspirará a la continuidad del estancamiento en sus cuatro años de Gobierno. La respuesta parece bastante clara. Pero aun suponiendo que exista la intención de continuidad, las restricciones que impone la macroeconomía acorralan el esquema vigente. A modo de ejemplo, la gran bandera del desendeudamiento tuvo que encajonarse en 2015, ya que para sostener el desequilibrio se recurrió nuevamente a dólares del exterior. La economía siempre está condicionada a la política, pero el discurso también se acomoda a las restricciones que la economía imponga.

La estrategia de este año privilegió un leve repunte del consumo vía un descomunal aumento del gasto público, profundizar el atraso cambiario como principal ancla inflacionaria y recurrir a la venta de dólar ahorro para contener la brecha. Si nos regimos por las encuestas, el Gobierno viene teniendo bastante éxito. Los objetivos electorales se impusieron a costa de engrosar los desbalances. Los dos grandes desequilibrios, obviamente conectados, se acrecentaron en 2015.

Empecemos por el desequilibrio interno. El 2014 finalizó con un déficit fiscal cercano al 5% del PIB, financiado en 70% con emisión monetaria. A costa de empujar a cuentagotas la demanda y mantener las tarifas completamente congeladas, el déficit para este año parece preocupante. Los gastos crecieron en el primer trimestre más de 10 puntos por encima de los ingresos genuinos (excluido BCRA y Anses) y, de continuar esta dinámica, el agujero de pesos superaría tranquilamente el 7% del PIB. Aun modificando nuevamente la Carta Orgánica (estamos cerca del tope del límite de financiamiento) el BCRA tiene fuerte limitaciones para financiar el grotesco déficit. O se dispara la cantidad de pesos en circulación, con el importante riesgo de favorecer las presiones inflacionarias y alimentar la brecha cambiaria, o se ve obligado a colocar una cantidad cada vez mayor de títulos. De elegir este último camino, en el futuro también deberá emitir crecientemente para pagar sus propios intereses, generando un efecto bola de nieve como en la década del '80. El Gobierno comenzó a emitir su propia deuda en pesos, pero a muy corto plazo, con lo cual los desequilibrios se mantienen. Esta es la primera restricción que impone la economía.

El segundo es el desequilibrio externo. En este caso, el déficit de cuenta corriente es reducido y manejable en términos del PIB y es, incluso, de los más bajos de la región. Pero esta contención se logró mediante factores limitantes del crecimiento. El cepo cambiario, las restricciones a las importaciones y, esencialmente la recesión, contienen el déficit externo. Para volver a crecer necesitamos invertir, producir y exportar. Para esto necesitamos levantar el cepo, aumentar las importaciones y mejorar de a poco la rentabilidad y productividad del sector transable, muy castigado por el atraso cambiario, los impuestos y la falta de inversiones en infraestructura. Mejorar levemente el clima de inversión no vendría mal. Con lo cual, el desequilibrio externo se mantiene acotado mediante herramientas muy limitantes del crecimiento.

Repetir el esquema de 2015 de insostenible déficit fiscal y atraso cambiario en los próximos años no es una opción viable. Las restricciones operan. En términos políticos, otro periodo de estancamiento tampoco parece una alternativa muy seductora.

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