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El fin del boom de las commodities y su impacto en la región

La intención de no devaluar se sostendrá mientras lleguen los dólares que no traerá la soja

06 marzo de 2015

La última década fue otra gran oportunidad para Latinoamérica. Para los países que venden energía el precio se le multiplicó por 5, para los que vendían minerales el precio se le multiplicó por 3 y para los que vendían alimentos el precio se les multiplicó por 2. Sobre la bonanza comercial, sobrevino un maná de todavía mayor magnitud como fue el ingreso de capitales a la región, escapándose de las tasas en mínimos históricos en los países desarrollados.

Si bien la avalancha de dólares posibilitó impulsar el consumo y avanzar en la reducción de la pobreza, poco se hizo para lograr un cambio estructural que permita a Latinoamérica avanzar en exportar algo más que commodities. Más aún, el déficit externo que muestra la región sin siquiera un aumento en la tasa de inversión, habla más bien de un boom de consumo, además de que Latinoamérica no supo ahorrar ni cuando le sobraron dólares.

Ahora el boom de las commodities empieza a quedar atrás. No importa si el país vende energía, minerales o alimentos, todos los productos caen a tasas de dos dígitos, entre 20% a 50%. Las exportaciones colapsan en toda la región. Al mismo tiempo, también entran menos capitales privados, ante el menor atractivo de una Latinoamérica estancada, y un EE.UU. creciendo con fuerza y elevando los rendimientos financieros.

Los países con menor endeudamiento y mayor nivel de reservas internacionales son los que estarán en mejor posición a la hora de afrontar el revés de dólares comerciales y financieros que se produce en 2015. Holgadas reservas aseguran los pagos de la deuda externa, lo que tranquiliza a los mercados y evita una estampida de los capitales. Aun así, además de asegurar el pago de la deuda externa, los bancos centrales estarán ante la necesidad de sacrificar reservas, en pos de limitar la devaluación, el alza de tasas y la caída en el nivel de actividad. Vale advertir que Venezuela ya está al borde del default y Brasil profundizando su eterna recesión.

Para Argentina en particular, solo opera el canal comercial, dado que el país desde el 2001 que no pide prestado al exterior para mantener su actual nivel de consumo, y menos tras el fallo por la deuda en Nueva York. El nivel de consumo de Argentina no depende del crédito internacional, como tampoco tiene elevados compromisos de deuda externa, incluso si le dejaran pagar.

El vivir una década “al contado” sin tomar deuda externa, y además, renegociar los pasivos externos en default con una sorprendente quita real (2005/2010), permitió que Argentina se quitara de encima el peso de la deuda externa. En números, este año el servicio de la deuda pública en moneda extranjera suma US$ 10.100 millones, equivalente a 2% del PIB, de los cuales 1,5% corresponden al pago del Boden 2015. El medio punto restante refleja el pago de los intereses de toda la deuda externa renegociada, incluida la del Club de París.

Brasil afronta vencimientos de su deuda por 12% del PIB en 2015, y en el otro extremo se encuentran, además de Argentina, Chile, que tienen vencimientos de su deuda por menos de 2% del PIB y son los menos endeudados de la región. Ello implica que Brasil tiene una extrema dependencia de los mercados financieros para pagar su deuda, mientras que Argentina y Chile aseguran el pago incluso sin acceder a los mercados y sólo haciendo uso de parte de sus reservas internacionales.

Descartado el canal financie ro, el impacto que viene se limita al canal comercial. Las exportaciones caen con fuerza por el menor valor de la soja, compensado parcialmente por menores importaciones de energía. La combinación implica que por efecto precio el sado comercial tendería a desaparecer en 2015. En 2014 el saldo comercial fue de US$ 6.700 millones.

Ante este escenario el Gobierno buscó reemplazar los dólares que no traerá la soja, por dólares que le otorgará China mediante el swap de monedas. A cambio del financiamiento, el Gobierno argentino firmó acuerdos que otorgan adjudicaciones directas a empresas chinas para la construcción de dos represas hidroeléctricas y otras obras públicas, sin pasar un proceso de licitación internacional que asegure los estándares mínimos de calidad, precio, plazos de entrega y transparencia.

En definitiva, Argentina aprovechó la primera parte del boom de commodities para desendeudarse, posiblemente el mayor logro de la década. Pero una vez que perdió el superávit fiscal (2009), el Gobierno se apoyó en la monetización del déficit para cubrir la diferencia, política que hizo resurgir la inflación a dos dígitos, atrasar las tarifas, el tipo de cambio y el nacimiento del cepo.

El nuevo escenario internacional agarra a la Argentina desendeudada, pero paradójicamente sin acceso a los mercados de capitales. Igualmente, ante el colapso del saldo comercial por los nuevos precios internacionales, rápidamente el Gobierno abrió un canal de financiamiento vía swaps de monedas con China, casi por la misma magnitud al colapso del saldo comercial. A cambio, el Gobierno le otorga adjudicaciones directas en obras públicas a empresas chinas. La intención del Gobierno de no devaluar en el año electoral se sostendrá mientras continúen llegando los swaps que reemplacen los dólares que ya no traerá la soja.

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