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Críticas al por mayor por el acuerdo con China

Las consultoras lanzaron sus críticas

25 febrero de 2015

China es un país cada vez más importante para la Argentina, y todo indica que lo seguirá siendo. En un futuro no muy lejano, quizás desplace a Brasil como el país cuyas oscilaciones más afecten a Argentina. “El comercio bilateral se ha triplicado en la última década y en 2014 superó los US$ 15.000 millones”, según el economista Federico Muñoz. Pero no sólo en lo comercial, que no es un tema menor desde ya, influye China: también aporta Inversión Extranjera Directa (IED), tecnología, servicios y financiamiento (como los swaps firmados entre los bancos centrales de ambos países).

A medida que la relación se hace más íntima, la mirada a priori benevolente sobre la irrupción de China en la vida argentina (“Con los chinos estamos salvados”, según el argot popular) se va tornando más agria y aparecen cada vez más críticas al acercamiento bilateral. El Gobierno, como era de esperar, salió a defender, incluso en los entretiempos del FPT, el acercamiento y a mencionar los múltiples beneficios que entraña acercarse a la que será, más temprano que tarde, la principal economía del mundo.

Pero las críticas son muchas y se centran en tres aspectos. En primer lugar, hay quienes apuntan a la “cesión de soberanía” hacia el Gigante Asiático (por ejemplo, permitiendo la instalación de una base espacial en Neuquén). En segundo lugar, están quienes se refieren a las condicionalidades y prerrogativas que impone China antes de abrir su billetera y, en tercer lugar, quienes destacan que la postura negociadora del país, ya de por sí inclinada en favor del más grande, se agrava aún más por las urgencias que atraviesa la macroeconomía y ven los acuerdos como un manotazo de ahogado del Gobierno con un único fin: conseguir dólares para prolongar la pax cambiaria. Según estas visiones, la política exterior hacia China es espasmódica, errática y poco inteligente. Nadie en su sano juicio podría estar en contra de estrechar los vínculos con un país que tiene un PIB que se acerca al de EE.UU., es el principal exportador del mundo, el segundo importador global y tiene más de 1.300 millones de habitantes. La cuestión, más bien, es cuál es la mejor manera de hacerlo.

“En la mayoría de los casos, las inversiones chinas están sujetas a la compra de insumos provenientes de empresas de dicho país. Sin embargo, el último acuerdo con Argentina no sólo contemplaría la importación de insumos sino el uso de mano de obra calificada china (ingenieros y técnicos) para la realización de los proyectos de infraestructura, condición que hasta el momento no había sido implementada por ningún otro país de la región”, explican desde Ecolatina.

Eso fue precisamente lo que inquietó a los industriales de la UIA. En un comunicado, expresaron su preocupación por algunos puntos del “Convenio Marco de Cooperación en Materia Económica y de Inversiones entre la República Argentina y el Gobierno de la República Popular de China”, que ya tiene media sanción del Congreso. En un comunicado, los industriales sostuvieron que “se planteó la preocupación por los alcances de las cuestiones referidas a los artículos 5to. y 6to. del acuerdo, relativas a la adjudicación directa de obras de infraestructura que cuenten con financiamiento de origen chino y a las condiciones de ingreso de mano de obra de dicho país. Ambas cuestiones podrían afectar la provisión local de bienes y servicios, por lo cual se señaló la importancia de contar con la aclaración sobre el contenido y alcance de dichas concesiones”. Los críticos argumentan que no es bueno negociar con una potencia en situación de debilidad porque eso desbalancea la mesa de negociaciones aún más. Según Muñoz, el afán del Gobierno es “conseguir un puñado de divisas para llegar al fin de 2015 sin crisis cambiaria, al costo de una vergonzante cesión de soberanía”.

Al margen de los dimes y diretes, los capitales chinos (los que llegaron y los que vendrán) serán un aliado clave del Gobierno para prolongar la pax cambiaria y una inyección de capital bienvenido para un sector, como el de la infraestructura, sediento de inversiones. Pero esto también es eje de debate. “Si nuestro país normalizara en 2016 sus relaciones financieras externas, ¿no podría también mejorar significativamente las condiciones de lo que hoy se está firmando?”, se preguntan Inés Butler y Jorge Vasconcelos, investigadores de la Fundación Mediterránea. Por eso, creen que la incapacidad del país de acceder a dólares de otro modo “genera compromisos que sacrifican precios, tecnología y competencia a cambio de financiamiento, y, por otro, por esas mismas condiciones, no queda claro si las obras y proyectos son seleccionados en función de las prioridades del país o si lo están siendo en función de las disponibilidades del proveedor, en un contexto en el cual, se sabe, China atraviesa un ciclo de elevada capacidad ociosa en sectores vinculados a la inversión”. Según Jorge Todesca, “los recientes acuerdos con China facilitan el acceso a obras de infraestructura sin proceso licitatorio, que es algo nunca recomendable”. Más inexplicable aún, dice Todesca, “es que no se haya negociado ningún acceso preferencial de productos argentinos a China, ni ninguna inversión productiva con orientación exportadora que tendiera a achicar el enorme y creciente desequilibrio existente en la relación comercial”. La cuestión es importante pues “virtualmente no exportamos manufacturas industriales a ese país”.

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