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Las dudas del acercamiento con China

La Presidenta viajará el 3 de febrero

30 enero de 2015

(Columna de Federico Muñoz)

Admitimos que esperábamos un cierre de 2014 bastante más convulsionado en el frente financiero y cambiario. Pero Kicillof y Vanoli se las arreglaron para mantener al tipo de cambio bajo control y para que las reservas del BCRA protagonizaran un repunte sensible. A tal efecto, la conducción económica se valió de diversos recursos y artilugios: el refuerzo al cepo importador, el pago de las telefónicas por las licencias de 4G, el acuerdo con las exportadoras para la liquidación anticipada de dólares sojeros y el dudoso computo como reservas de los pagos de deuda pública externa retenidos en el Banco Nación.

De todos modos, la principal herramienta que propició el repunte de las reservas en la fase final del 2014 fue el opaco swap de monedas firmado con China, que aportó el equivalente a US$ 2.300 millones. El swap promete además ser la principal apuesta del gobierno para prolongar la pax cambiaria en este 2015 (ya aportó otros US$ 400 millones en enero). El acuerdo con China constituye un hito realmente relevante para la economía kirchnerista, pues -con él- el Estado argentino recuperó el acceso al crédito externo pese a no haber resuelto el litigio con los holdouts.

De todos modos, es claro que constituye un retorno del crédito sui generis. Para empezar, el BCRA no se hizo de dólares líquidos y de rápida disponibilidad sino de yuanes (en principio, inconvertibles) en una cuenta del Banco de China en Hong Kong. Si bien el BCRA los anotó como reservas, dudamos que estén rápidamente disponibles para hacer frente a una hipotética necesidad urgente de divisas. De todos modos, la principal incógnita que plantea este acuerdo son los términos bajo las cuales fue firmado. Tanta generosidad china resulta cuanto menos intrigante, si tenemos en cuenta la opinión que tiene Dagong, la agencia de calificación crediticia para-estatal china, sobre nuestra posición de solvencia soberana. Dagong no solo nos asignó en julio un rating de D, reconociendo nuestra obvia recaída en default. Más importante aún: en los considerandos de sus evaluaciones, la calificadora china defenestra nuestra gestión económica y nos considera directamente insolventes. A su lado, las agrias críticas de Moody´s y S&P lucen tibias.

Si pese a esta opinión devastadora, las autoridades chinas accedieron a abrirnos una línea de crédito por el equivalente en yuanes a US$11.000 millones, cabe preguntarse si el acuerdo no entraña condicionalidades ocultas. Las dudas se evacúan con una rápida lectura del acuerdo bilateral de “cooperación económica” que ya votó el Senado y tiene que ratificar Diputados. El acuerdo concede a China un acceso claramente privilegiado a negocios energéticos, mineros y de infraestructura en nuestro país; contempla, por caso, la posibilidad de saltear licitaciones en obras públicas o la importación de insumos sin aranceles. También despierta gran inquietud la autorización para la instalación en Neuquén de una base científica china con fines presuntamente pacíficos (aunque secretos).

Así las cosas, el swap con China se convierte en una parábola muy ilustrativa de las inconsistencias del relato oficial en el fin de ciclo. Por un puñado de divisas (cruciales para llegar al final de 2015 sin crisis cambiaria), Cristina arría las banderas de independencia y soberanía económicas y concede a una potencia extranjera privilegios propios de una relación colonial.

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