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El desafío educativo-laboral

Una mirada al nivel de la educación

04 septiembre de 2014

En tiempos de default y recesión, el corto plazo es dominante. Con todo, la estrategia de largo plazo, asociada a políticas de Estado es esencial. Dentro de ella, el rol del sistema educativo, tanto en sí mismo como en relación a su inserción con el mundo laboral y como plataforma para el sistema nacional de innovación, es clave.

Si bien la política pública ha incrementado el gasto en educación en los últimos años, no quedan claros algunos aspectos. Ante todo, la Ley Federal de Educación sancionada en 2005 estableció metas progresivas para el incremento de los recursos públicos destinados a educación, con el objetivo de lograr el 6% del PIB en 2010.

Sin embargo, en base a las nuevas Cuentas Nacionales publicadas por el Indec en 2014, el porcentaje del PIB destinado a Educación, Ciencia y Tecnología ha sido de 4,9%, mostrando el incumplimiento de ese aspecto de la ley. Estos guarismos son estadísticas agregadas que no revelen aspectos relacionados con la calidad, la eficiencia o los distintos roles que la educación desempeña en materia de desarrollo económico, social y personal, algunos de los cuales son revisados a continuación.

PISA y otros estudios

Desde el punto de vista de la calidad educativa, las pruebas internacionales son las opciones a mano para tener una medida relativa. El Informe PISA (el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes de la OCDE) se basa en el análisis del rendimiento de estudiantes de quince años, a partir de exámenes que se realizan cada tres años en varios países, con el fin de determinar la valoración internacional de los alumnos. Para ello PISA no analiza los programas escolares nacionales, sino que revisa conocimientos, aptitudes y competencias que considera relevantes y permiten medir la capacidad de los estudiantes para resolver problemas auténticos a partir de la aplicación de conocimientos de cada una de las áreas principales evaluadas: lectura, matemática y ciencias naturales.

En las PISA 2013 Argentina logró el puesto 54 en habilidad lectora, 51 en matemáticas y 52 en ciencias, sobre 61 países participantes. Chile, Uruguay, Colombia, Brasil y México registraron en casi todos los casos mejores posiciones que nuestro país. Los estudiantes secundarios argentinos tuvieron mejor nota en ciencia, con un promedio de 406 puntos, seguido por comprensión lectora (396), y con bajos rendimientos en matemática (388 puntos vs. Singapur, primero con 562 y Kirguistán, último con 331). En la PISA 2009, Argentina estaba en el puesto 58 en general. Por su parte, la ciudad de Buenos Aires, que participó por primera vez de las PISA, obtuvo mejores resultados que el país en las tres materias.

Los exámenes PISA también son criticados; de hecho, el Ministerio de Educación de la Nación lo ha hecho. Algunos sostienen que son más bien exámenes de inteligencia, por medio de las cuales se evalúa menos el conocimiento, buena parte de las preguntas son deducibles y se pueden responder correctamente sin tener grandes conocimientos de la currícula escolar. Así, parte de los resultados obtenidos se puedan deber más bien a factores como la genética, la nutrición o aspectos culturales, argumento que se apoya en que los países de menor desarrollo tiene malos resultados, pero en los exámenes TIMMS, de matemática y ciencias, realizados por el IEA, y que evalúa contenidos para alumnos de 4° y 8° grados, los rankings son algo diferentes. Esto, de todos modos, no invalida los resultados PISA, y otras pruebas las confirman, por lo menos para Argentina.

Según datos de la UNESCO, en su Global Education Digest, en 2011 el 70% de la población se graduaba en la escuela secundaria en Chile en la edad esperada, cifra que caía al 43% en Argentina, ubicada en el puesto 11 entre los países de la región. En otro examen internacional relevante, como el PERCE y el SERCE, los resultados son también declinantes para la Argentina. Se trata de pruebas de educación primaria, para 3° y 6° grado, tomadas por la UNESCO. La comparación entre ambas, de mediados de los '90 y de los 2000, indica que Argentina decayó en el ranking, en lengua (7° puesto) y en matemática (6° puesto), siempre entre países latinoamericanos. Habrá que esperar los resultados del TERCE, nuevo estudio con 15 países de la región, prometido para fin de 2014.

El nivel superior

Es interesante ver el perfil de los egresados universitarios, teniendo como referencia los resultados logrados en los exámenes internacionales en la educación básica. De esto se deprende el perfil productivo dominante del país, dada una oferta de trabajo profesional determinada. Para ello una buena medida son los graduados en las universidades de gestión estatal con sede en la ciudad de Buenos Aires. Del total de egresados a fines de la década del 2000, el 24% pertenecían a derecho, el 20% a ciencias económicas, y el 9% a psicología, totalizando este grupo del 53%. En tanto, el 6% egresaba de medicina, el 5% de auxiliares de medicina, y el 6%, de todas las Ingenierías. Del resto, dominaban sociología, arquitectura, ciencias políticas y educación, ninguna con más del 4%. Es manifiesta la preferencia por carreras humanísticas y la escasez de ingenieros.

El ingreso a la universidad tiene exámenes finales de educación secundaria en muchos países, no en Argentina. En Brasil desde 1998 se rinde el ENEM (Exame Nacional do Ensino Medio) para ingresar a la universidad: en dos días se evalúa matemática, lengua, ciencias humanas, historia y ciencias naturales. En Chile desde hace décadas los aspirantes a ingresar a cualquier universidad (pública o privada) deben aprobar el examen PSU. En Ecuador el presidente Rafael Correa introdujo el Sistema Nacional de Nivelación y Admisión (SNNA) para los secundarios que busquen un cupo en las universidades públicas y escuelas politécnicas. Esto potencia el nivel de la educación secundaria e introduce competencia en el sistema. Cabe destacar que los resultados del ENEM y del PSU son de pública divulgación, mientras que este tipo de divulgación se encuentra prohibido en Argentina por la Ley de Educación de 2006, bajo el supuesto implícito de la “no discriminación”.

Queda claro que el sistema universitario y la demanda de los alumnos no están orientados a las ciencias duras, a las profesiones productivas de bienes y servicios, que generan alto valor agregado, sino a otras tendencias profesionales.

Cabe recordar que las reformas (hoy a veces discutidas) de la Generación del '80 permitieron que la Argentina desarrollara un sistema educativo moderno y socialmente integrador basado en la calidad de la enseñanza estatal. Actualmente, el sistema educativo está preso de interpretaciones y políticas que no parecen priorizar la excelencia, la competencia, el esfuerzo personal, la iniciativa, la creatividad, la equidad de resultados entre pobres y ricos y el capital humano, logrando resultados confusos para muchos, pero claros en materia de retroceso hacia el desarrollo.

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