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Competitividad, crecimiento y desigualdad

Un análisis de las correlaciones

28 marzo de 2014

(Columna de Jorge A. Paz, economista, investigador del CONICET y del IELDE)

Mucho se discute acerca de la relación entre crecimiento y desigualdad económica. Algunos sostienen que antes de pensar en la igualdad hay que preocuparse por el crecimiento (la llamada “hipótesis del derrame”), mientras que otros afirman lo contrario: un mayor crecimiento es posible sólo en sociedades más igualitarias.

Lo cierto es que si se correlacionan variables representativas de una y otra dimensión a nivel de países ?tasa de crecimiento del PIB y coeficiente de Gini, por ejemplo? se obtiene una correlación muy baja (por no decir nula). Esto quiere decir que la discusión en torno a qué está primero (si el crecimiento o la igualdad) está sustentada más en especulaciones que en evidencia empírica. Lo que sí puede sostenerse es que existen variables intermedias que explican tanto el crecimiento económico como la igualdad/ desigualdad económicas. La competitividad de los países es un ejemplo. El World Economic Forum (WEF) publica desde 1979 un informe anual en el que se ordenan más de un centenar de países según el Indice de Competitividad Global (ICG).

1. Competitividad, crecimiento y desigualdad económica El ICG mide la capacidad de los países para proveer bienestar a sus ciudadanos, la que depende crucialmente de la productividad económica, del contexto institucional y del clima político y social imperante. El índice se computa aplicando diversos indicadores disponibles en bases de datos de uso público y de la Encuesta de Opinión Ejecutiva realizada por el WEF a miles de líderes de negocios en los países incluidos en el estudio. Si la competitividad alude al conjunto de instituciones, de políticas públicas y de otros factores que definen la productividad de un país, una mayor competitividad debería ir acompañada de un crecimiento económico más vigoroso. Si bien esto es obvio no permite entender cómo se inserta aquí la desigualdad. Curiosamente, el coeficiente de Gini está más correlacionado con la competitividad global que la tasa de crecimiento económico, y al arrojar una correlación negativa sugiere que una mayor competitividad va acompañada de una reducción de la desigualdad; un resultado más que interesante (Gráfico 1). Como se aprecia allí, los países de América Latina arrojan, como era de esperar, niveles de desigualdad más elevados para todo el conjunto de ICG de los veinte países de la Región considerados por el WEF.

Indice de competitividad global y otros indicadores recientes

2. ¿Cuál es la posición de la Argentina y cómo cambió en los últimos años? El último informe, correspondiente al bienio 2013/2014 incluye 148 países. En los tres primeros puestos del mundo están Suiza, Singapur y Finlandia, que a pesar de esas posiciones de privilegio, obtuvieron un ICG menor al que registraron en el bienio anterior (2012/2013). El país de América Latina mejor ubicado es Chile, que aparece en la posición 34. La Argentina ocupa el puesto 104, y si se consideran sólo los países de América Latina, le corresponde el puesto 15 de los 20 que conforman la región. Está cuatro puestos más abajo de Guatemala y dos más abajo de Bolivia. Su posición relativa es superior a Honduras (puesto 17), Venezuela (19) y Haití (20). Pero esto no siempre fue así. La posición del país fue empeorando en los últimos años. En el bienio 2007-2008, antes de la crisis global, la Argentina ocupaba el puesto 85 a nivel mundial y el puesto 11 entre los países de América Latina. A partir de ese momento la situación fue desmejorando hasta alcanzar la situación actual.

3. Dimensiones de la competitividad: pautas a tener en cuenta El WEF define la competitividad considerando 12 pilares: instituciones, infraestructura, entorno macroeconómico, salud y educación (primaria), educación superior y entrenamiento, eficiencia de los mercados de bienes, eficiencia del mercado de trabajo, desarrollo del mercado financiero, base tecnológica, tamaño de los mercados, sofisticación de las empresas e innovación. Estos pilares no están desconectados: por ejemplo, no es posible lograr una fuerte capacidad de innovación (pilar 12) sin una fuerza laboral saludable y educada (pilares 4 y 5) que pueda aprovechar el cambio tecnológico (pilar 9) y sin un financiamiento adecuado (pilar 8 ) para Investigación y Desarrollo (I&D). Los cuatro primeros pilares están en la base de un proceso de desarrollo (fase 1). Los seis segundos se consideran más importantes luego de haber avanzado sobre los cuatro primeros (fase 2), mientras que los dos últimos permiten dar sustentabilidad temporal al crecimiento y al desarrollo (fase 3). Las economías más poderosas del mundo se encuentran en la fase tres y Argentina (conjuntamente con Brasil, Chile y otros) se considera un país en transición de la fase dos a la tres. Para priorizar acciones a futuro es interesante constatarse que por “salud y educación primaria” la Argentina ocupa el lugar 85, mientras que en “instituciones”, el 143. De la misma manera, en “base tecnológica” está en la posición 88, mientras que en “eficiencia de los mercados de bienes” en la 145. El ítem “instituciones” incluye aspectos tales como la protección de los derechos de propiedad, la seguridad y la corrupción. Es interesante porque permite ampliar la perspectiva de análisis: la lucha por la igualdad se libra también en estos campos de batalla, que trascienden el plano discursivo.

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