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Son los precios relativos, estúpido

Enseñazas sobre qué no hacer

13 diciembre de 2013

“La Argentina y Venezuela se han beneficiado con altos precios de sus exportaciones, pero se las ingeniaron para perder la autopista que conduce a la prosperidad y doblaron en una calle sin salida”, escribe Ricardo Hausman en un artículo reciente.

“Todo empieza cuando algún desequilibrio causa una inflación generalizada o cuando algún precio clave, por lo general el tipo de cambio, pero también la energía, el agua o el combustible, está bajo una presión alcista” y el Gobierno busca controlarlo. Ejemplos: Brasil generó estragos financieros en Petrobras por mantener bajos los precios del combustible y la Argentina “destruyó” su sector de gas natural con los controles de precios. “Muchos países mantuvieron los precios de la energía y el agua demasiado bajos y terminaron sufriendo escasecez”, explica.

Sin embargo, la cosa se pone peor cuando surgen los controles de cambios como resultado de una inundación de pesos, por tomar el caso argentino, que lleva a los agentes a querer comprar dólares, “más de los que el Banco Central puede ofrecer al tipo de cambio vigente”. Este esquema le permite al Gobierno, al menos durante un tiempo, no cambiar sus políticas monetarias y fiscales ni devaluar fuertemente la moneda.

Pero, más temprano que tarde, el deterioro sistémico llega: “El sistema de tipo de cambio dual distorsiona los incentivos de producción y la oferta de bienes importados declina, lo que conduce a una combinación de inflación y escasez. Pero aquí las cosas se tornan interesantes. El gasto público tiende a aumentar con la inflación más que los ingresos, pues éstos dependen de los impuestos sobre las exportaciones, que se calculan al tipo de cambio oficial controlado. Con el tiempo, las cuentas fiscales empeoran automáticamente, creando un círculo vicioso: déficit fiscales monetizados que llevan a una inflación y a una creciente brecha en el mercado de tipo de cambio paralelo que agrava el déficit fiscal”.

¿Cómo termina? “Al final, un ajuste importante del tipo oficial se vuelve inevitable.

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