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Consumo privado

¿La próxima revolución china?

13 diciembre de 2013

Con más de 1.300 millones de habitantes (o, dicho de otro modo, casi 20% de la población mundial), un crecimiento económico elevado durante las últimas tres décadas, caída de la tasa de pobreza, salarios al alza y desempleo bajo, no es extraño que China se ubique en los primeros lugares de los rankings globales de consumo. Por ejemplo, en 2010 se vendieron por primera vez más automóviles nuevos en China que en Estados Unidos y en 2020, según cálculos de McKinsey, en el Gigante Asiático se venderán 22 millones de unidades por año.

Naturalmente, el interés de McKinsey y de otras consultoras como Deloitte o Pwc, y de sus clientes, para entender al consumidor chino crece de manera exponencial.

Sin embargo, detrás de la exuberancia de los grandes números, se esconde un consumidor frugal y ahorrativo. Esta conducta tiene varios motivos. Uno de ellos, es la precaución de ahorrar para la vejez o para las épocas de vacas flacas. Esto ocurre en todo el mundo, pero en China llega a niveles muy altos. La provisión de bienes públicos es pobre y los chinos saben que, si deseen vivir bien una vez que abandonen el mercado laboral, no pueden contar con las prestaciones funcionales o monetarias del Estado. Tampoco hay seguros de desempleo significativos y la educación superior es costosa. Por eso, China tiene la tasa de ahorro más alta del mundo, según el FMI. Las últimas cifras la ubican cerca del 50% de su PIB.

Más consumo

Pero el Gobierno quiere cambiar eso como parte de su estrategia para fortalecer el consumo interno y depender menos de las exportaciones netas como motor de crecimiento. Cambiar el paradigma de “China produce y el mundo consume” o pasar del “Made in China” al “Made for China”. Pero, para ello, debe aumentar la propensión al consumo de los ingresos de los trabajadores y las familias.

Según el analista Stephen Roach, siempre muy optimista con las perspectivas económicas del Gigante Asiático, muchas de las medidas planteadas en el Tercer Plenario del Partido Comunista de China (PCCh), realizado recientemente, buscan incrementar el financiamiento del sistema de seguridad social y comenzar a erradicar la cultura ahorradora de los chinos. Una mayor inclusión financiera, junto a una liberalización de las tasas de interés (actualmente estimulan el ahorro), podrían estimular el consumo también. En la actualidad, hay menos de 400 millones de tarjetas de crédito en China pero, para 2025, la cifra podría superar los 1.000 millones. La continua apreciación del yuan, asimismo, incrementará la capacidad de consumo de los chinos. Asimismo, las leyes de protección al consumidor se están fortaleciendo.

Otra medida que potenciará el consumo chino es el aflojamiento de la política de “un hijo por familia”. Según la analista Jin Keyu, las familias que tienen dos hijos gastan más (por motivos obvios) y tienen menos presión para ahorrar para su retiro pues ahora tendrán dos hijos que les podrán financiar su vejez, una conducta típica en China.

Si las autoridades logran liberar el potencial de sus consumidores, el atractivo de China como mercado de exportación, además de la escala (allí viven uno de cada cinco habitantes del planeta), adquirirá otro condimento adicional para el mundo y las empresas trasnacionales.

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