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Reservas, dólar e inflación

Un desenlace evitable

15 noviembre de 2013

(Columna de Martín Tetaz, economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana -IIL- y del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales -CEDLAS-. Twitter: @martintetaz)

Me tocó aterrizar en el aeropuerto de Caracas una caribeña tarde de julio, en el sentido más caluroso de la palabra. Las ofertas para hacerse de mis dólares empezaron en los 15 bolívares, cuando aún no había salido de la manga del avión. Pasé migraciones y subieron a 22. Me abrí paso en el hall de entrada y hasta que logré localizar al remisero designado por la Universidad que me invitó, la puja llegó a los 30, pero la paciencia pagó dividendos, porque el conductor terminó ofreciéndome 35 unidades de la devaluada moneda venezolana por cada uno de mis (escasos) billetes verdes, casi seis veces más que las magros (e irreales) 6,30 al que cotizaba el oficial.

En la calle, la potencia de mi dinero era directamente proporcional al porcentaje del valor agregado local que tenían los bienes que deseaba comprar. Lógico, con un salario mínimo (que, a diferencia de lo que sucede en la Argentina, realmente cobra mucha gente) de 2.457 bolívares, al cambio paralelo eran US$ 70, lo que se traducía en servicios (intensivos en mano de obra, o en combustible subsidiado) y bienes como el café o el cacao realmente muy baratos.

Pero la ilusión de riqueza se acababa rápidamente cuando se trataba de bienes que no se fabricaban en la región y que debían ser importados. Allí los precios arbitraban la escasez de divisas con una precisión implacable, abortando cualquier posibilidad de comprar a valores subsidiados celulares, tabletas, notebooks y demás chiches. En el medio, los precios oscilaban según la composición de transable/no transable del bien en cuestión, como ilustra la evolución diferenciada del índice de precios al consumidor que acumula 54,3% de inflación en los últimos doce meses para el nivel general, siendo del 62% en bienes (liderando los alimentos con el 72,1%) y del 42,4% en servicios.

Hace ya cuatro meses que dejé atrás la tierra de la vinotinto y la escalada de “la lechuga”, como popularmente se denomina al dólar paralelo para evitar las sanciones del Gobierno, no se detuvo en absoluto y en los últimos días llegó a pasar la barrera de los 60 bolívares, casi diez veces el valor del cambio en el mercado oficial donde, por cierto, no se consigue.

Pero Venezuela fue por estos días noticia porque el delirante presidente Nicolás Maduro, en un alto de sus conversaciones con pajaritos y suspendiendo momentáneamente sus avistajes de Chávez en los túneles del subte caraqueño, ordenó que la cadena de electrodomésticos Daka vendiera “al costo” toda su mercadería, luego de comprobar que muchos artículos de la línea blanca tenían sobreprecios del orden del 1000%, curiosamente la misma sobrevaloración que presenta el dólar paralelo respecto del oficial.

Confieso que lamento no tener la posibilidad de viajar a ese país en los pocos días que quedan hasta que se agoten por completo los electrodomésticos, porque existen pocas posibilidades en otro lugar del mundo de comprar bienes importados valuados a un dólar de 6,30 bolívares, cuando se puede cambiar cada unidad de la moneda norteamericana por 60 de ellos.

En este contexto, la incomprensión de los principios más elementales del funcionamiento de los mercados ha llevado al Mandatario venezolano a sostener que su Gobierno está siendo víctima de una “guerra económica”, cuando la secuencia de acontecimientos es mucho más simple: la combinación de un tipo de cambio sobrevaluado, junto con la desconfianza de los inversores en las políticas confiscatorias del Gobierno, ha puesto en fuga los capitales logrando el récord de doce años consecutivos de déficit en la cuenta capital del balance de pagos, con el agravante de que desde el 2009 caen sistemáticamente las reservas porque el superávit comercial, apuntalado básicamente por la exportación de petróleo, ya no alcanza para evitar la caída de reservas, que acumulan una pérdida de US$ 25.266 millones desde entonces.

La respuesta del Gobierno ha sido la implementación de un cepo cambiario que bajo el dominio de Chávez generó una brecha de casi el 100% con el oficial, diferencia que crece sin prisa pero sin pausa desde que se complicó la salud del líder bolivariano. El simple arbitraje de la oferta y la demanda hizo el resto.

Cualquier semejanza con?

La enorme semejanza con la evolución de nuestra economía no es mera coincidencia. Es verdad, Venezuela es una exageración de la Argentina, pero cualitativamente los problemas guardan una similitud que asusta. El Banco Central, el de acá, continuó con la pérdida de reservas, perforando el piso de los US$ 33.000 millones, y el dólar blue otra vez toca a la puerta de los 10 pesos. Esta drenaje de divisas se da en un marco de expansión monetaria moderada, pero lo suficientemente generosa como para que el dólar cobertura (la relación entre base monetaria y reservas) esté hoy en $10,53 con perspectivas de cerrar 2013 en torno de los $11,45 si es que no siguen cayendo las reservas internacionales del BCRA.

Es obvio que la relación entre el dólar paralelo y el dólar cobertura no es lineal, pero a medida que recrudece el fenómeno inflacionario y cae la preferencia por liquidez (básicamente porque la demanda de “dinero motivo especulación” es nula), el dinero fiduciario pierde paulatinamente su valor simbólico, siendo su respaldo en metálico (o divisas) cada vez más representativo de su verdadero valor. Si el dinero fiduciario perdiera todo su valor simbólico (como ocurrió con las hiperinflaciones del '89 y '90) entonces el dinero volvería a ser un “dinero mercancía”, siendo entonces la relación entre la base monetaria y las reservas, crucial para determinar el precio sombra del dólar, que es el que podría sostener el Gobierno si, aprovechándose de los artículos 617 y 619 del Código Civil, no pudiera evitar que la gente de hecho dolarizara sus operaciones (como ya ocurre en el mercado inmobiliario).

El dólar blue es así el valor de una apuesta por la insostenibilidad de la política cambiaria oficial y por ello camina, pari passu, con el dólar cobertura desde que en noviembre del 2011 se impuso el cepo. La preocupación es que si las reservas continúan su caída y la expansión monetaria no se detiene, el dólar cobertura escale hasta los $19 para fines del año venidero (suponiendo reservas en US$ 25.000 y expansión de M 0 ?agregado de la base monetaria? al 25%), llevándose puesto al blue en la subida. Si ello sucede la presión sobre los precios de los transables (y sobre todo los importados y su competencia local) ocasionará una fuerte suba de la inflación, tal y como sucede en Venezuela, condenando a muerte al actual modelo.

Esperemos, no obstante, que la sangre no llegue al río, que la Presidenta retome sus funciones, cambie el ministro actual y ponga a un economista que trabaje para resolver el atraso cambiario, con la colaboración de una política monetaria y fiscal consistente (reemplazar subsidios por emisión, por ejemplo). Hoy el desenlace venezolano es evitable. Si se disparan el blue y la inflación, ya no será tan fácil.

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