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Faltan emprendimientos de calidad

Nuevo estudio de la Corporación Andina de Fomento (CAF)

26 julio de 2013

(Columna de Gabriel Molteni, economista jefe de la Cámara Argentina de Comercio -CAC- y

Gonzalo de León, analista económico de la CAC)

América Latina se caracteriza por una alta tasa de emprendimiento entre su población activa, según destaca cada año el informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM), uno de los principales estudios sobre la dinámica empresarial a nivel global. De hecho, la actividad empresaria total es incluso mayor que en el caso de países desarrollados.

La pregunta que surge entonces es cómo se explica el deficiente dinamismo de la productividad agregada en la región. El crecimiento de la productividad ha sido en promedio históricamente bajo, lo que no ha permitido a las economías de la región converger a los niveles de ingreso per capita de los países más ricos. La teoría sostiene que el crecimiento de la productividad depende de distintas iniciativas que logran que tanto el capital físico como el humano rindan más en términos de la cantidad de bienes y servicios que se producen ?como por ejemplo el progreso tecnológico, la creación de nuevos bienes o servicios, nuevos métodos de producción, el acceso a nuevos mercados, o las mejoras en los procesos de gerencia?.

En la práctica, este proceso es siempre liderado por emprendedores, que son quienes visualizan las oportunidades. Por lo tanto, si en la región no falta aptitud emprendedora. ¿Entonces qué falta? Un reciente estudio de la Corporación Andina de Fomento (CAF), titulado “Emprendimientos en América Latina: desde la subsistencia hacia la transformación productiva”, destaca que cuando se analiza en profundidad esa tasa de actividad empresarial nos encontramos con que el 75% de los emprendedores de la región son en realidad microempresarios (manejan negocios de menos de cinco empleados) que emplean cerca del 40% de los trabajadores asalariados del sector privado.

En otras palabras, las microempresas son muchas y emplean a una porción muy grande de los trabajadores de la región, aunque casi todos en condiciones de informalidad. Esta situación evidencia un contraste importante entre América Latina y las naciones más desarrolladas, ya que en la región las empresas son más pequeñas o se crean menos empresas con alto potencial de crecimiento.Y estas últimas son justamente las que reflejan el éxito de la actividad emprendedora, ya que se trata de empresas que crecen a un ritmo acelerado, generando una verdadera transformación productiva ?pasando de pequeñas unidades productivas a empresas medianas y grandes que venden productos y/o servicios tanto en mercados internos como externos?.

En definitiva, son estas empresas las que generan los aumentos de productividad que explican por qué las naciones desarrolladas alcanzaron ese status. Esto no quiere decir que la población latinoamericana tenga menor capacidad de emprender, sino que en la región existe un mayor flujo de nuevos emprendimientos que surgen como una vía de escape del desempleo por lo que carecen desde su creación de potencial productivo y de crecimiento.

Por este motivo, no siempre una alta tasa de actividad empresarial es sinónimo de progreso, ya que en el caso de nuestra región lo que se observa es que personas con bajas habilidades ?que son una gran proporción de los microempresarios?, se encuentran emprendiendo cuando en realidad deberían ser trabajadores asalariados. Es decir, existe una proporción elevada de emprendedores sin el talento y la ambición necesarios para crear negocios de alto valor agregado, y que terminan realizando una actividad empresarial ante la falta de mejores alternativas laborales.

El estudio de la CAF confirma lo anterior y refleja la baja productividad agregada en la región mediante un entramado caracterizado por una importante cantidad de emprendimientos unipersonales y microempresas, y una escasez de establecimientos medianos y grandes capaces de generar empleos de calidad y aumentos de productividad. Mientras los primeros pueden denominarse emprendimientos “de subsistencia”, los segundos son los “transformadores o dinámicos”, y la proporción que haya de cada tipo resulta un factor determinante del crecimiento de la productividad y la economía, debido a que los 'transformadores' son los únicos que cuentan con la escala y las capacidades necesarias para generar innovaciones y empleo de calidad.

De esta manera, queda claro a qué se debe el deficiente dinamismo de la productividad agregada de la región. La falta de creación de empleo en empresas formales condena a grandes sectores de la población a refugiarse en proyectos productivos de subsistencia ?principalmente unipersonales, informales y de baja productividad?. ¿Y qué se puede hacer entonces?

Para modificar esta situación es necesario alcanzar la transformación productiva mediante un proceso que lleve a la fuerza laboral desde el autoempleo y la informalidad hacia empresas ?pequeñas o medianas? lideradas por verdaderos emprendedores con una continua motivación de mejoramiento e innovación. La principal conclusión del informe de la CAF es que la restricción al crecimiento de empresas dinámicas y la abundancia de emprendimientos de subsistencia son fenómenos que están estrechamente ligados, y reconocer este vínculo es crucial al momento de diseñar políticas públicas pro emprendimiento.

Por este motivo, estas políticas deben tener un enfoque multidimensional e integrar aspectos ligados al desarrollo del talento empresarial, la promoción de la innovación, el acceso al financiamiento y la capacitación de la mano de obra. El entorno o “ecosistema” empresarial es clave ya que condiciona el desarrollo de las empresas, y atacar las 'fallas' del mismo requiere mejorar la forma en que operan los mercados de factores y promover un mercado más competitivo que facilite la salida oportuna de las empresas más ineficientes y el desarrollo de aquellas con potencial.

Por último, la política pública debe contribuir a reducir el tránsito de los jóvenes desde el sistema educativo hacia trabajos en el sector informal, no sólo por razones de inclusión social, sino para lograr un crecimiento más dinámico y sostenido del sector formal.

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