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Crecimiento con estabilidad

El desafío de América Latina

03 julio de 2013

(Columna de Juan Pablo Ronderos, economista gerente de Desarrollo de Negocios de abeceb.com)

La región cumple una década de crecimiento ininterrumpido a tasas elevadas en términos históricos, si se exceptúa lo sucedido en 2009 cuando la crisis norteamericana ocasionó una contracción en prácticamente todos los países del mundo. Haber logrado semejante performance en un escenario de relativa estabilidad es una verdadera novedad para Latinoamérica, tras una historia económica signada por los ciclos de stop and go y, por lo tanto, por las crisis.

Detrás de este proceso aparece una notable mejora en los términos de intercambio en América Latina. El crecimiento de China y la India generó una suba importante en la demanda mundial de productos primarios. A esto se sumó una creciente inversión financiera en estos bienes, y una política monetaria laxa de parte de EE.UU, que se tradujo en un debilitamiento del dólar a nivel global. Todos estos factores motivaron una suba sostenida en los precios de las commodities, lo que benefició a la región a través de un incremento notable en sus exportaciones.

Esto derivó en la mayoría de las economías en importantes avances en sus fundamentals macro, donde se destacan la convergencia a bajas tasas de inflación, la reducción de los déficit fiscales, y el menor peso de la deuda pública en el producto. A su vez, gran parte de los países ha acompañado este escenario con mejores políticas monetarias y fiscales y con regímenes cambiarios flexibles, lo que les permitió reducir notablemente su vulnerabilidad frente a las crisis externas. De hecho, la mayoría de los países logró sobrellevar sin demasiadas dificultades la crisis Estadounidense de 2008, que aún posee importantes secuelas sobre el mundo desarrollado.

Este ciclo de estabilidad reciente tuvo su reflejo, por ejemplo, en una importante mejora en las calificaciones crediticias de las economías de la región. Hoy prácticamente todos los países latinoamericanos tienen grado de inversión o están un escalón por debajo, cuando a principios de la década pasada sólo Chile y Uruguay lo habían logrado. Esto, junto con una elevada liquidez mundial, produjo un notorio incremento de los flujos de capitales hacia la región en búsqueda de mayores retornos a la inversión. Gran parte de las economías de la región aprovechó estas condiciones, y en particular las empresas, que lograron acceder a financiamiento abundante y a bajo costo.

Mediano y largo plazos

En este contexto, las oportunidades para la región en el mediano y largo plazo son innegables, tanto en el frente externo como interno. En el primer caso, las condiciones internacionales van a seguir favoreciendo a los países productores de bienes primarios, principalmente por la creciente demanda global (y el déficit existente en materia de abastecimiento), y fundamentalmente de China. Teniendo en cuenta que se trata de uno de los principales exportadores de estos productos a nivel global, Latinoamérica es la región mejor preparada para hacer frente a este fenómeno y sacarle el mayor provecho.

Mientras que en lo inmediato también seguirán resultando convenientes las condiciones monetarias laxas que rigen en las principales economías del globo. Aunque aquí el riesgo consiste en una reversión del actual ciclo de elevada liquidez (en estos días la sola mención de parte de la FED de un posible cambio en las condiciones a partir de 2014 generó una gran volatilidad en los mercados financieros internacionales). Desde el punto de vista interno también surgen oportunidades. Y es que el reciente proceso de crecimiento se tradujo en mejoras notorias de las condiciones sociales en la mayoría de los casos.

Lo que generó una ventaja adicional: la posibilidad de crecer a través del mercado interno por el ascenso a la clase media de una importante proporción de la población. Esto también ha contribuido a reducir de manera notable la vulnerabilidad a los vaivenes en las condiciones externas.

Sin embargo, la capacidad de aprovechar estas oportunidades que se presentan de cara al futuro y, con ello, consolidar el proceso de expansión en curso estará asociada a la habilidad de la región de sortear un número de desafíos no despreciables. En particular, el gran déficit del actual proceso de expansión es la baja competitividad de la región, asociada a varios factores: escaso nivel de ahorro y de crédito; escasa inversión en capital físico y humano, y déficit en materia de infraestructura.

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