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El crecimiento a tasas chinas

Cada vez más lejos

13 junio de 2013

No se puede crecer a tasas chinas sin ser China. El país asiático, a fuerza de una impresionante inversión y una población de 1.300 millones de habitantes, ha logrado expandir su PIB durante las últimas tres décadas a tasas altísimas. El crecimiento de la Argentina entre 2003 y 2011 (con la excepción de la crisis del2009) fue de un impresionante 8% promedio por año, lo que nos llevó a pensar en algún momento que podríamos replicar el modelo de crecimiento chino durante un período tan prolongado.

Sin embargo, el pobre desempeño económico del año pasado marcó el adiós a ese período de bonanza. El 2013, con un crecimiento potencial del 2,5%,promete confirmar que esas tasas chinas ya no estarán presentes en los próximos años. Tras la crisis del 2001 y en un contexto en la cual la situación social y política del país era apremiante, Néstor Kirchner supo lidiar con una economía en estado de coma y llevarla a una importante fase de expansión.

En 2003, la brecha de producto (diferencia entre el producto potencial y el efectivo) era cercana al 25%, lo que le facilitó a la economía tener cierto margen para expandirse utilizando los recursos ociosos existentes y sin incurrir en grandes esfuerzos de inversión. El secreto estuvo en saber aprovechar esa capacidad productiva ociosa que dejó la crisis mediante políticas de demanda expansiva. Pero este no fue el único acierto del Gobierno. La salida de la crisis se caracterizó por la notable presencia de los superávit gemelos (fiscal y comercial), aun en años en los que las erogaciones del Estado comenzaban a crecer considerablemente.

De esta forma, y a pesar de que ya asomaba una inflación creciente, los primeros años del kirchnerismo transcurrieron con éxito y le permitieron salir al país de una profunda crisis. La economía del país en la segunda etapa del kirchnerismo, si bien continuó con un buen ritmo de expansión, fue sostenida principalmente por el impresionante ritmo de crecimiento del consumo, a la vez que se intensificaban las presiones inflacionarias.

En el 2009, la crisis internacional afectó profundamente a la región pero la Argentina logró recuperarse rápidamente y en 2010 su PIB volvió a crecer a tasas altas (9,2%). Por otro lado, la brecha en el producto, se achicaba año a año a medida que se iban utilizando los recursos productivos ociosos y, en este sentido, las políticas de demanda expansiva, efectivas para recomponer la economía después de la crisis, necesitaban ser repensadas en busca de un crecimiento sustentable en el largo plazo.

Antes de la reelección de Cristina Fernández en octubre 2011, la situación macroeconómica del país ya se encontraba deteriorada. La Argentina ya no contaba con uno de los activos más preciados que tenía: la estabilidad de precios. El aumento continuo y generalizado de los precios no sólo impactó negativamente en el poder adquisitivo de las familias sino que también incrementó la desconfianza en el peso y alimentó el deseo de los argentinos por el billete norteamericano.

Los límites

Pero la subvaluación de la creciente inflación fue tan sólo el inicio de una serie de malas decisiones macroeconómicas tomadas por el Gobierno. Victoria Giarrizzo, investigadora de la UBA y directora del Centro de Economía Regional y Experimental (CERX), resalta que “en el ciclo de crecimiento 2003-2011 la inversión productiva tuvo un rol menos activo de lo que debió haber tenido, pero en ese momento eso quedaba compensado y disimulado por el boom del consumo, por la inversión en construcción y por la competitividad cambiaria que mantenía el país”.

La economista advierte que “la tasa tendencial de crecimiento se cayó porque la inversión productiva hace años que viene dando señales de debilidad y a partir del 2012 está semiparalizada. Para estimular ese crecimiento potencial del PIB se necesita impulsar dicha inversión y para ello hace falta, por un lado, recuperar la confianza para que los grandes proyectos y las Pymes inviertan y, por el otro, disminuir el costo tributario que, sumado a otros costos, complicó las posibilidades de financiamiento con recursos propios que tenían las Pymes”.

Otro de los problemas que está afectando el crecimiento tendencial argentino es la creciente brecha cambiaria. Desde EconViews, la consultora de Miguel Kiguel, consideran que “la brecha cambiaria juega un rol clave, ya que desalienta a la inversión y afecta negativamente la calidad de la misma. Además, genera más incertidumbre y nadie estará dispuesto a invertir en un país en dónde no sabe qué pasará con el dólar en el futuro”.

Para la economista Marina Dal Poggetto, directora del Estudio Bein y Asociados, “La Argentina ya no puede crecer a esas tasas chinas básicamente porque se acabó el exceso de dólares que existía en la década pasada favorecido por el corrimiento de la frontera de producción agrícola y por los precios internacionales en niveles récord”. En este contexto, Dal Poggetto entiende que “la falta de dólares en la economía actúa como limitación de un crecimiento que se encuentra motorizado por el boom del consumo y que depende mucho de las importaciones. Este hecho, sumado a que no se recurre al financiamiento externo deja sin mucho margen al Gobierno para estimular el crecimiento del país”.

En este sentido, cabe destacar que la creciente fuga de capitales y la caída de las reservas, que ya retrocedieron más de US$ 4.000 millones en lo que va del año, obligaron al Gobierno a poner controles de cambios cada vez más estrictos.

Consciente de que el estancamiento de la inversión está dañando el crecimiento de largo plazo, el Gobierno impulsó la famosa reforma a la Carta Orgánica del BCRA en 2012, que faculta a la máxima autoridad monetaria a promover la inversión productiva a través del otorgamiento de adelantos a los bancos para que financien los emprendimiento de las Pymes, y recientemente promulgó una ley de blanqueo de capitales mediante la creación de dos bonos, el CEDIN y el BAADE. Sin embargo, parecería ser que estas medidas actúan como parche” y no son suficientes para revertir la tendencia declinante de la inversión productiva.

Los desajustes macroeconómicos como la inflación y la escasez de dólares no hacen otra cosa que acrecentar las dudas sobre la salud de la economía argentina y terminan desalentando las inversiones y limitando el crecimiento potencial del país, que se estima cercano al 2,5% anual en la actualidad.

La sensación es que la fase de bonanza argentina concluyó definitivamente. La degradación macroeconómica en los últimos años estableció un techo al producto tendencial del país, significativamente menor al del período 2003- 2011, y demandará tiempo revertir esta situación. Es muy probable que tengamos que esperar muchos años para tener otra oportunidad de crecer a tasas chinas.

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