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Desmitificando los feriados

¿Cuánto impactan en la economía?

26 febrero de 2013

(Columna del economista Martín Tetaz, economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana e investigador visitante del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales / @martintetaz)

El viernes 29 de abril del 2011 es un día que los británicos no olvidarán fácilmente. Más de un millón de personas pugnaban por una vista privilegiada en el trayecto que une la Abadía de Westminster con el Palacio de Buckingham, mientras que el carro que transportaba a los recién casados salía del Horse Guards Parade y se aprestaba a bordear el St. James's Park. La enorme felicidad de Kate Middleton contrastaba con el semblante austero del príncipe William, que tal vez estaba más preocupado por los 20 millones de libras que le costaría a la Corona la boda real que por la significatividad social del evento; después de todo, el gran “negocio” lo estaba haciendo la novia.

Es obvio que ese valor no incluía el lucro cesante de un nuevo feriado, que la Confederación de la Industria Británica (CBI) había estimado en 6.000 millones de la moneda inglesa, aunque el Departamento de Negocios, Innovaciones y Habilidades había ofrecido una proyección más conservadora de 2.900 millones. Sin embargo cuando la gente de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) midió lo que efectivamente había pasado el día del evento, se llevaron una sorpresa notable puesto que descubrieron que el producto generado por la economía durante ese cuatrimestre sólo había caído 0,1% con motivo de la celebración o, puesto en libras esterlinas, unos 363 millones, muy lejos de lo que debería haber caído la actividad si simplemente se hubiera eliminado la producción correspondiente a ese día.

La razón es que por más que se registró el cuatrimestre con menor actividad laboral semanal (promedio) de los últimos 15 años, subió notablemente la productividad de ese trabajo, señalando que en todo caso lo que hicieron de hecho los comercios y las empresas (y los trabajadores autónomos) fue reasignar sus planes de actividades a otros días contiguos en los que se trabajó de manera más intensiva. La clave, es obvio, es que el feriado no fue una novedad que tomó por sorpresa a los agentes económicos, sino un cambio avisado con suficiente antelación, de modo que éstos tuvieron tiempo de acomodar sus agendas concomitantemente.

La gente de la ONE hizo otro estudio en el que comprobó que cuando el fenómeno es no previsible (como las fuertes nevadas del 1ro de diciembre del 2010) la magnitud de la pérdida es mucho mayor.

La referencia viene a cuento del debate que se dio la semana pasada respecto del feriado conmemorativo de la Batalla de Salta. Por ejemplo, Ricardo Delgado, director de Analytica, estimó que cada feriado le cuesta al país $ 4.300 millones (0,2% del PIB). En general, muchos criticaron la aparentemente excesiva carga de feriados que tiene el calendario, haciendo hincapié en que nuestro país está al tope de la tabla mundial en materia de días festivos, superando incluso los 16 días no laborables de Japón (aunque 2 de los 19 contemplados para el corriente año caen en domingo y el 25 de mayo es sábado).

El análisis correcto, sin embargo, debe hacerse, no sobre la cantidad de días hábiles, sino considerando las horas efectivamente trabajadas. En ese sentido, resulta particularmente ilustrativo el recientemente publicado informe de la consultora UBS, que indica que en Buenos Aires se trabajan en promedio 1.831 horas, por arriba de las 1.787 de Londres, las 1.734 de Madrid e, incluso, más que en Atenas, que con 1.822 horas anuales es uno de los lugares de Europa más exigentes en materia del año laboral. En la comparación latinoamericana, no obstante, somos más activos que los brasileños de San Pablo (1.810), pero más holgazanes que los chilenos (2.010 horas) y que los mexicanos que, con 2.375 horas anuales, son los únicos de toda América que se ubican en los espectaculares niveles de trabajo de los países asiáticos. Mirando a través del tiempo, las diferencias con el 2009 sí que son preocupantes, puesto que entonces en nuestro país (con 13 feriados) se trabajaron 2.033 horas en promedio.

Pero lo más notable de la tabla que confecciona UBS es que hay una relación lineal clara entre el nivel de desarrollo (medido por el PIB per capita) y la cantidad de horas trabajadas. Contrariamente a lo que el sentido común podría indicar, los más ricos no son los que más trabajan, sino los que menos lo hacen, indicando que la clave de la generación de valor no reside en la cantidad de esfuerzo sino en la productividad del trabajo. Específicamente, la regresión logarítmica demuestra que por cada 1% que suben las horas trabajadas, cae 5,88% el ingreso per cápita en la muestra de las 72 ciudades que releva la gente de UBS.

Dos lecciones

La primera lección es que las interrupciones programadas en los niveles de trabajo se recuperan o bien con reasignaciones intertemporales o bien con mayor intensidad de trabajo en los días cercanos a la fecha, de modo que resulta más relevante enfocarse en las interrupciones no programadas, como las que suceden cuando se producen cortes de luz o inundaciones no previstas, que son las que realmente afectan la actividad económica.

La segunda es que parece ser más útil analizar el efecto de las políticas públicas en materia de inversión y de mejoras de la calidad del empleo, con el consecuente impacto que esto tiene en la productividad del trabajo. No tiene sentido preocuparse por un feriado más o menos, cuando tenemos un núcleo duro de 35% de trabajadores informales y la inversión viene cayendo, según el último informe de Orlando Ferreres, al 4,3% interanual. La evidencia internacional nos enseña que los países ricos no son los que trabajan más, sino los que lo hacen mejor.

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