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La economía de 2013

Factores reales y psicológicos.

11 enero de 2013

(Columna de Martín Tetaz, economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) e investigador visitante del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (CEDLAS). Twitter: @martintetaz)

A las seis de la tarde del sábado 26 de enero del 2013 en el balneario Honu Beach, a cien metros del faro de Mar del Plata, quince chicas se disputarán los aullidos de la multitud que irá a la playa con la excusa de ver la final del Reef Classic Argentina, primera fecha del campeonato latinoamericano de surf que para delicia del público cierra con el famoso concurso de belleza en el que se elije a la “mejor” anatomía femenina del verano.

Las comillas vienen a cuento de que, en rigor, la ganadora no es estrictamente la mejor sino la que los jurados creen que es la mejor, situación que a cualquier economista le recuerda al famoso concurso de belleza al que John Maynard Keynes hacía referencia para explicar el proceso de formación de expectativas y su influencia en las decisiones de inversión por parte de los empresarios.

No importa tanto cuán promisorio sea el futuro sobre la base de los fundamentales de la economía. Lo relevante es lo que piense la gente respecto de ese futuro, porque lo que mueve el mercurio del termómetro real, paradójicamente, es la sensación térmica y no la temperatura. Resulta interesante entonces mirar la evolución del Indice de Confianza del Consumidor (ICC) que confecciona la Universidad Di Tella, para ver cómo la gente vislumbra el 2013. El índice perforó el piso de 40 puntos hacia abajo en septiembre del 2000, mayo del 2008 y julio del 2012, prediciendo de manera casi perfecta los ciclos de la actividad económica. La evolución del último año es una réplica de la crisis del 2009. A similar resultado llega el índice de confianza del consumidor que produce la Fundación Mercado. Diciembre arroja el valor más bajo de los últimostreinta meses de la serie.

No es casualidad que el inicio de la caída en la confianza del consumidor coincida con el freno en la creación de empleo del tercer trimestre del 2011 y se profundizaran en el momento en que comenzaron las maniobras restrictivas en el mercado de divisas que desembocaron en el cepo que la Presidenta insiste en negar. Es que carente de conocimientos sofisticados de economía, la gente se abraza a algunas referencias puntuales, como lo son la evolución del dólar y del empleo, para formar sus expectativas. Respecto de la moneda estadounidense porque históricamente en la Argentina el dólar reflejó el humor de la población que ante la menor incertidumbre buscaba la divisa verde como un ansioso busca el Rivotril.

De modo que cuando comienza a haber dificultades para conseguir esa droga, las luces amarillas se encienden en la mente de los consumidores. En lo que atañe al empleo, entre el tercer trimestre del 2011 y similar período del 2010 se volcaron al mercado de trabajo 294.000 personas y se crearon 298.000 empleos, pero en los doce meses que siguieron se sumaron 159.000 de trabajadores prospectivos, y sólo consiguieron un puesto 101.000. Es verdad que no hay destrucción neta de empleo aún, pero esos 58.000 nuevos desocupados tienen amigos y conocidos que ahora escuchan a diario los relatos de la desgracia y comienzan a representarse mentalmente la posibilidad de perder su propio trabajo, con el impacto negativo que ello genera en las expectativas y sus consecuencias en pautas de consumo más austeras.

Los empresarios

El empresariado, por su parte, parece ser ligeramente más optimista. De acuerdo a la encuesta de D´Alessio-IROL, 34% de los empresarios espera una mejora de la situación económica mientras que 27% piensa que el escenario será peor. Lo escueto de la ventaja del escenario positivo encuentra su explicación en que 42% los hombres de negocios, siempre de acuerdo a este estudio, espera un año con caída de la rentabilidad. No muy distintos son los resultados del sondeo de Ernst & Young, que muestra que aunque 44% de los empresarios declararon haber tenido importantes subas en la inversión en 2011 (más de un 20%), la cifra cayó al 32% en 2012 y sólo 21% de ellos señalan que aumentarán en 2013.

Los economistas

Curiosamente, los únicos que ven un 2013 color esperanza parecen ser los economistas. La gente del Estudio Bein sostuvo recientemente que esperan un crecimiento de la economía del orden del 5% para 2013, mientras que los gurúes de Ecolatina (la consultora del ex ministro de Economía Roberto Lavagna) hablan de un 3%, de modo casi coincidente con el pronóstico de Eduardo Levy Yeyati, máximo responsable de Elypsis, que sitúa la suba del PIB en el 2,9% para el año en curso. El entusiasmo por la futura cosecha (que está aún por verse) se basa en la estimación del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), que calcula que se producirán 55 millones de toneladas de soja y que crecerán 23,19% las exportaciones de oleaginosas y derivados. Pero el resultado final en materia de ingreso de dólares dependerá no sólo de la cantidad sino también del precio.

Los números probables

En 2011, por ejemplo, la cosecha del yuyo prodigioso cayó de 49 a 41 millones de toneladas, pero las exportaciones de materias primas y manufacturas de origen agropecuario permitieron ingresar prácticamente la misma cantidad de divisas que en 2010 (cayeron sólo un 3,3%, unos US$ 1.600 millones menos). La caída se amortiguó porque el precio en Chicago, que a agosto del 2011 era de US$ 501,74 por tonelada, se negociaba a US$ 608,59 exactamente 12 meses después. Los contratos a agosto del 2013 se cerraron esta semana en casi 497 unidades de la moneda norteamericana, reflejando la estimación de crecimiento del 11,62% en la producción mundial, de modo que difícilmente ingresen muchos más dólares que el año pasado gracias a la buena cosecha.

La locomotora de Brasil tampoco puede hacer milagros. Las últimas estimaciones (revisión a la baja) ubican el crecimiento en torno al 3,26% y si tomamos trabajos académicos como el de Claudio A. Paiva (2003) vemos que las importaciones de los brasileños tienen una elasticidad ingreso en torno al 2,9: de modo que se puede esperar una suba de las compras del país vecino del orden del 9,45%. Las exportaciones argentinas hacia las tierras del Carnaval representan el 20,66% del total, de modo que el efecto Brasil puede hacer subir las exportaciones de nuestro país 1,95% y, como las ventas al exterior son el 21,8% de nuestro PIB, el impulso de Brasil (que aún está por verse) podría generar una suba del nivel de actividad argentino equivalente a 0,42%.

Entonces, si lo que suma no suma tanto, ni hablar de los fundamentales que restan. El Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC), que publica el Indec, cayó 2,9% en los primeros once meses del año pasado, pero los permisos de construcciones que también releva el organismo y que son una variable adelantada de lo que sucederá en 2013 cayeron 9%, de modo que no existe ninguna posibilidad de que la construcción crezca este año y una probabilidad muy alta de que caiga aún más que este año.

En tanto, el Estimador Mensual Industrial (EMI) cae 1,5% interanual, replicando el patrón de la recesión del 2009. Resulta, en ese contexto, notable que tantos economistas lanzados a la arena de las predicciones coincidan en un futuro tan auspicioso. Me recuerda a los experimentos que el psicólogo social Solomon Asch efectuaba en la década del '50 en los que encontraba un notable “efecto de conformidad grupal”. Una vez que algunos economistas arriesgan un pronóstico optimista, el resto de los profesionales siguen a la manada buscando esa conformidad que les permite reducir el riesgo de quedar expuestos ante un error de cálculo.

En la realidad, el Indice Líder que confecciona la Universidad Di Tella y que funciona con un adelanto de 2,66 meses continuó cayendo en noviembre pasado (último dato disponible), mostrando un patrón casi replicado al de la recesión del 2009, pero con sólo 67% de chances de que se produzca una recuperación económica en 2013 (el indicador necesita un 95% para que sea razonable pronosticar la vuelta al crecimiento). Tampoco es razonable esperar que las expectativas de los consumidores mejoren, porque no hay posibilidad de salir del cepo sin reconocer una brusca devaluación (la brecha con el paralelo ya supera el 40%) y no hay perspectivas de crecimiento del empleo. Así las cosas, lo más probable es que el 2013 sea una réplica del estancamiento con inflación del año anterior.

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