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Proteger el crecimiento de Asia

El continente tiene desafíos pendientes.

05 septiembre de 2012

(Columna de Lee Jong-Wha, asesor senior del presidente de Corea del Sur, profesor de Economía de la Universidad de Corea y ex economista jefe del Banco Asiático de Desarrollo. Project Syndicate 2012)

Los países asiáticos emergentes deberían estar orgullosos de la capacidad de resistencia de sus economías. A pesar de una situación mundial asolada por un débil crecimiento, un alto y persistente desempleo y fuertes niveles de endeudamiento, los países emergentes y en desarrollo de la región crecieron a una tasa anual de 6,8% entre 2000 y 2010, apuntalando el producto global y sirviendo de apoyo las iniciativas de recuperación.

El éxito de la región se ha basado en el dinámico crecimiento de China y la India, que representan casi el 60% del PIB total del continente en términos de paridad de poder de compra. Más aún, los cambios de política económica y las reformas estructurales que se aplicaron tras la crisis financiera asiática de 1997-1998 redujeron de manera importante la vulnerabilidad de la región a los shocks financieros en la década pasada.

Sin embargo, Asia no puede caer en la autocomplacencia: sus sistemas financieros siguen siendo frágiles, sus economías padecen una alta carga de déficit fiscales y de cuenta corriente, y siguen dependiendo demasiado de las exportaciones a los mercados europeos y norteamericanos, lo que aumenta su vulnerabilidad a los shocks externos. Más aún, si las condiciones de la eurozona continúan deteriorándose, Asia podría verse severamente afectada.

Ya se están sintiendo efectos indirectos en los canales de transmisión comerciales y financieros: la tasa de crecimiento del PIB de China en el segundo trimestre de 2012 promedió 7,6%, reflejando una importante desaceleración y se espera que el crecimiento de la India baje a cerca de 6% este año. La (potencial) solidez de la demanda interna china y su amplio margen de maniobra para implementar políticas pueden ayudarla a evitar un aterrizaje forzoso. Ya ha aflojado agresivamente su política monetaria y tiene la opción de aplicar más estímulos fiscales. Sin embargo, la mala gestión de las políticas y las debilidades estructurales en el sector financiero y los gobiernos locales podrían socavar las iniciativas para proteger el crecimiento. Mientras tanto, la India, agobiada por un alto déficit fiscal y persistentes presiones inflacionarias, tiene menos espacio para recurrir a políticas expansivas y se enfrenta a importantes dificultades para alcanzar una reforma estructural creíble.

Más unidos

Todo esto tiene serias implicancias para el resto de Asia. En las últimas tres décadas, el aumento de la integración comercial y económica ha apuntalado el crecimiento económico de la región. Por ejemplo, la producción segmentada para las cadenas de suministro globales ha estimulado el comercio de productos intermedios y promovido la inversión extranjera directa. Sin embargo, el hecho de que hoy la integración económica sea más intensa implica que la desaceleración en China y la India disminuirá las oportunidades de empleo y la velocidad de la reducción de la pobreza en toda la región.

Enfrentadas a una menor demanda de los países desarrollados, las economías asiáticas se están esforzando por reequilibrar sus fuentes de crecimiento, dirigiéndose a los mercados internos y regionales. Como resultado, el aumento del comercio intrarregional ha superado el del comercio global, y en la actualidad representa más de la mitad del comercio regional total. Sin embargo, el papel ya afianzado de China como centro de ensamblaje de las redes de producción de la región hace que se esté convirtiendo en la fuente de origen de impactos autónomos, con un gran y prolongado efecto sobre las fluctuaciones del ciclo de negocios de toda la región.

Entonces, ¿qué políticas deben impulsar las economías asiáticas para reducir su vulnerabilidad a la volatilidad global y regional?

¿Cómo protegerse?

El reto más inmediato es salvaguardar la estabilidad del sistema financiero frente a los impactos externos. Las políticas deben apuntar a promover la transparencia de los mercados, mejorar la gestión de los riesgos y fortalecer la eficacia de las normas y los mecanismos de supervisión.

En segundo lugar, los países emergentes deben desarrollar marcos macroeconómicos más eficaces, lo que incluye una regulación más macroprudencial y políticas monetarias más amplias que tomen en consideración los precios de los activos y la estabilidad de los mercados financieros. Se podría hacer uso de una amplia gama de medidas oficiales para apoyar la demanda interna, al tiempo que se proteja la sostenibilidad fiscal de mediano plazo. Y, para dar respuesta a la volatilidad de los flujos de capitales, los países podrían dar más flexibilidad a sus tipos de cambio, mantener niveles adecuados de reservas internacionales e implementar controles de capitales cuidadosamente diseñados.

En tercer lugar, las economías emergentes deben seguir reequilibrando sus fuentes de crecimiento. Es crucial reducir la dependencia de la demanda externa, por ejemplo, promoviendo inversiones del sector privado y estimulando el gasto de los hogares. Para generar un crecimiento más incluyente y sostenible, también es fundamental aplicar políticas del lado de la oferta que estimulen a las pequeñas y medianas empresas y a la industria de servicios, que den respuesta a la demanda interna.

Por último, la intensificación de la cooperación financiera regional y global ?que incluya una coordinación más estrecha de políticas en el G-20 y en el Fondo Monetario Internacional? ayudaría a los países a responder de manera más eficaz a los shocks y las crisis. Una iniciativa regional clave es la reserva multilateral de US$ 240.000 millones de la ASEAN+3 (la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático más China, Japón y Corea del Sur), que puede proporcionar liquidez de corto plazo a los miembros que la necesiten. Además, deben mejorarse los acuerdos institucionales de provisión de liquidez regional y vigilancia económica.

No es necesario que los asiáticos caigan en el pesimismo: es improbable que se produzca una tormenta perfecta con aterrizaje forzoso en China, una recesión de doble caída en EE.UU. y el colapso de la eurozona. Pero no se puede descartar el riesgo de que se produzca una desaceleración global sincronizada. Solamente mediante políticas preventivas ideadas para mejorar la gestión del riesgo pueden los países emergentes de Asia proteger su crecimiento económico ante la amenaza de las crisis actuales y futuras.

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