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¿Retenciones para salvar al euro?

Una solución argentina a los problemas europeos.

19 julio de 2012

(Columna de opinión del economista Daniel Glatstein)

La crisis europea parece no tener fin. La sensación a esta altura es que a medida que el tiempo pasa, la solución se aleja cada vez más. Según Angela Merkel, “no hay soluciones rápidas ni sencillas para la crisis europea”. ¿Es posible que la canciller de Alemania esté equivocada? Tal vez le podamos acercar una solución desde la Argentina. La zona euro presenta varias dificultades económicas. El primer problema que asoma a la vista de todos es la crisis fiscal. Las economías europeas han alcanzado un nivel de endeudamiento que las deposita en una posición especulativa, y en algunos casos más cercanas al ideal de Ponzi.

No obstante, creo que el desequilibrio de las cuentas públicas no es más que el emergente del verdadero generador de los dolores de cabeza de Europa: el euro. El valor en términos reales de una moneda está dado por el nivel de productividad del país que la emite. Si un país logra una balanza comercial positiva, la mayor oferta de divisas en relación a la demanda haría que caiga el precio de ésta, impulsando así la apreciación de la moneda local. O sea que un país no puede mantener de manera recurrente superávit comerciales año a año, aunque es cierto que podría atemperar el efecto de los flujos comerciales con flujos de renta y/o capital.

El problema que tiene la moneda europea es que su valor en términos reales es el resultado del promedio de las economías que la integran, siendo sus niveles de productividad muy distintos. Esto determina que los países menos productivos se vean obligados a competir con una moneda que refleja un valor más elevado que el de su productividad. Al mismo tiempo, los países de mayor productividad comercian con la ventaja que representa operar con una moneda cuyo valor se encuentra por debajo del equilibrio que alcanzaría si prescindiera de los socios menos desarrollados. En definitiva, el euro es una sociedad que favorece a los países más desarrollados que la integran en detrimento de los más postergados.

Veamos los números que sustentan esta afirmación. En los cinco años anteriores a la implantación de la moneda única en Europa (1994-98), las exportaciones de Grecia representaban el 8,1% de su PIB, mientras que en los últimos cinco años (2007-11) las exportaciones griegas alcanzaron el 7,8% de su ingreso. En el caso de Alemania, pasaron del 23,7% al 38,6% de su PIB entre los mismos períodos. Es decir que mientras las exportaciones de Grecia caían marginalmente en relación al PIB, las de Alemania crecían de manera espectacular. ¿Podría haber sido distinto el resultado si cada economía tuviera una moneda acorde a su productividad? Es imposible responder con certeza a una pregunta contrafáctica.

No obstante, el razonamiento nos lleva a concluir que existe una distorsión causada por la moneda única europea. Y aquí es cuando entra en escena la solución argentina. Las retenciones a las exportaciones han demostrado ser una excelente herramienta para imponer, de hecho, un tipo de cambio diferenciado a distintos sectores de la economía de nuestro país.

El sector agropecuario argentino es supercompetitivo a nivel internacional por las condiciones particulares del suelo, clima y los avances tecnológicos logrados. Mientras que la industria manufacturera se encuentra en un estadio de desarrollo inferior. Por tal motivo y con la finalidad de alcanzar el desarrollo industrial, se implementó el sistema de retenciones con tasas diferenciales que ha tenido un resultado notable. Los envíos de manufacturas argentinas han logrado aumentar su participación en el total exportado, a pesar del fuerte aumento en el precio de las commodities. Hecho que no ocurrió en otros países de la región como Brasil y Chile, que aumentaron la primarización de sus exportaciones.

No espero que a Angela Merkel le seduzca mucho la propuesta, pero es posible que la instauración de retenciones a las exportaciones de Alemania y de los países más productivos de la eurozona pueda ser una solución al desequilibrio que representa la diferencia en las productividades de los países miembros de ese club. Sería una forma eficaz de intervención ya que se evitaría la salida desordenada del euro de las economías más débiles, con lo que implica esto en términos de ruptura de contratos, defaults, etcétera. Lo recaudado podría servir para un sinfín de objetivos a discutir por los Estados asociados al euro.

(De la edición impresa)

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