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Por qué los ingresos de las familias seguirán creciendo

Salarios, jubilacione y planes sociales.

01 febrero de 2012

Entre los principales determinantes del consumo de la población se hallan la masa salarial de los trabajadores de la economía, las jubilaciones y los planes sociales. Se trata de un volumen de dinero sobre el cual existe escaso desvío hacia el ahorro, y por ende presiona sobre el consumo de bienes durables y no durables, especialmente sobre los segundos. Después de la crisis de 2001, y tras la licuación inicial que produjo la fuerte devaluación del peso, la masa salarial comenzó a crecer significativamente en términos nominales multiplicándose por 5,5 en una década.

A valores constantes, el crecimiento fue 48%. Asimismo, en 2011 se habrían computado cerca de $ 57.000 millones de gasto en planes sociales ejecutados por los tres niveles de gobierno, esto es, dos veces y media superior a lo de una década atrás, en términos reales, y 16 veces mayor en valor nominal. En los ingresos por jubilaciones impactó especialmente el Plan de Inclusión Previsional (“Moratoria”), con lo que las erogaciones previsionales alcanzaron aproximadamente $ 131.000 millones en 2011, un 80% superior al nivel que mostraban en 2001, en valores constantes. Nominalmente el gasto en prestaciones previsionales se ha multiplicado por ocho. Masa salarial, jubilaciones y planes sociales conforman ingresos familiares ocho veces mayores en 2011 que en 2001. En términos reales el crecimiento resultó del 64% en ese lapso. Existe una clara

correlación entre la mencionada masa de ingresos y el consumo privado agregado o las ventas en supermercados, sólo que con una elasticidad menor que 1 (el consumo aumenta menos que la masa de recursos).

La clave se la balanza

En la Argentina durante varias décadas la estrategia de crecimiento de la demanda y la producción interna fogoneada por el aumento del consumo que produce la expansión de los salarios, jubilaciones y gasto públicos resultó no sustentable a largo plazo por sus efectos desequilibrantes en los balances comerciales y/o fiscales. En última instancia, el aumento del consumo que no es acompañado por una fuerte aceleración en las exportaciones suele terminar en una crisis de balanza de pagos, aun cuando se recurra a imponer restricciones sobre las importaciones. La pregunta a responder es por qué razón tal situación de crisis no se ha producido tras el aumento récord de la demanda interna visualizada durante los últimos ocho años.

En realidad, a nivel de productos industriales sí ha ocurrido lo que aquella visión del problema predice, es decir, un fuerte desequilibrio comercial producto de una alta expansión del consumo  y la demanda interna. El déficit comercial en dichos productos resultó ser en 2007, 2008 o 2010 superior, en términos del PIB, a cualquier año de la década del noventa. Evitó un estrangulamiento en la balanza de pagos la muy favorable evolución en los términos de intercambio externos de la Argentina (precios de exportaciones en términos de precios de importaciones), que se hallan en 2011, 46% por arriba de sus valores de 1998, impulsando los valores exportados, especialmente de commodities agropecuarias y MOA.

Los altos precios de nuestras exportaciones permiten financiar ahora mayores niveles de  consumo interno que una década atrás, sin caer en crisis de balanza comercial. Ahora bien, tal fenómeno debe entenderse como un efecto “nivel”, y no un efecto “tasa de crecimiento”. Esto quiere decir que, dados unos mayores términos de intercambio, el consumo interno puede aumentar hasta cierto nivel sin causar problemas en la balanza de pagos, pero que pasado dicho margen sí puede sobrevenir nuevamente la insustentabilidad del modelo.

En un contexto en que los salarios, planes y jubilaciones aumentan todos los años a tasas superiores el incremento en la productividad de la economía, para que tal situación no derive en algún momento en una crisis del sector externo se requiere que los precios de nuestras  exportaciones no solamente sean altos, sino que además aumenten todos los años. Aun con buenas perspectivas para los precios de las commodities en el mediano plazo, tratándose de una variable exógena y por un estricto criterio de prudencia, no debería construirse una estrategia de crecimiento basada sólo en la presunción de que los precios mejorarán todos los años.

En 2012

Por diferentes causas, externas e internas, existen claras perspectivas de desaceleración de la actividad económica en 2012, probablemente a tasas equivalentes a la mitad que las observadas en 2011. Si ello ocurre, al igual que sucedió en 2009, es probable que la inflación resulte menor que en el año previo (alrededor de 23% en 2011). Aquel año recesivo, los salarios aumentaron según la inercia del año previo, ubicándose por arriba del aumento de precios del año corriente. Ello provocó una mejora en los salarios reales, y ayudó a amortiguar los efectos de la crisis sobre el consumo, especialmente de bienes no durables.

Por los motivos señalados, para 2012 podría pensarse en una inflación similar o levemente inferior a la de 2011, y dos escenarios para la evolución salarial: 1) Salarios aumentan inercialmente, según la inflación del año anterior (23%); 2) El Gobierno incide sobre las negociaciones salariales con objetivos antiinflacionarios, de modo que éstas se pactan en torno al 20% anual. De acuerdo a los escenarios planteados, en 2012 los salarios podrían aumentar o bien por encima de la inflación (3% de aumento del salario real), o como la inflación. En lo que a gasto en planes sociales respecta, dadas las restricciones fiscales existentes es probable que aumente similar a la inflación que se observe el año entrante, mientras que para las jubilaciones es posible prever un incremento de 2% en la cantidad de pasivos, y del 31,5% en los haberes, debido a la pauta de la movilidad jubilatoria.

Resumiendo los efectos de los diferentes escenarios, cabe esperar que las fuentes de ingresos  regulares de las familias muestren un incremento nominal de entre 23% y 25%, lo que implicaría una suba en términos reales de entre 3% y 5% en 2012, cuando tal variación había resultado del 6,6% en 2011. Para el futuro, la expansión de dichas fuentes de ingreso familiar y del consumo interno deberán ir acompañadas de mejoras en los niveles de competitividad y/o de ulteriores subas en los términos de intercambio externo, así como de recuperación del superávit fiscal, para que resulten sustentables, y no conduzcan a la economía del país a una nueva (pero muy conocida en términos históricos) crisis fiscal y/o de balanza de pagos.

(De la edición impresa)

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