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Brasil: una pausa en un largo ciclo positivo

¿Qué pasará con el principal socio del país?

16 diciembre de 2011

(Columna de Jorge Vasconcelos, economista y coordinador del Ieral de la Fundación Mediterránea)

Diez años atrás, Brasil era un país con un Producto Interno Bruto equivalente a U$S 500.000

millones, realizaba importaciones de todo origen por U$S 47.200 millones y compraba en la Argentina por una suma anual de U$S 4.700 millones. Para 2011, el PIB brasileño se ha multiplicado por 5, ubicándose en torno a U$S 2,5 millones de millones, sus importaciones

totales alcanzan a U$S 223.500 millones, de las cuales U$S 16.900 millones provienen de la Argentina. Proyectando a 2020, es perfectamente factible que el vecino pueda haber duplicado el actual PIB en dólares y triplicado sus importaciones totales y las originadas en la Argentina.

El moderado nivel de endeudamiento público y privado de Brasil lo coloca a resguardo del problema principal que traba a la mayoría de los países desarrollados, al tiempo que su dotación de recursos naturales y la preocupación por evitar grandes desequilibrios macroeconómicos (externos, fiscales, monetarios) permiten prever un sendero de crecimiento de entre 4,5% y 5% anual para el mediano y largo plazos. Esto siempre y cuando el mundo no descarrile por una implosión de la eurozona. Con este enfoque, entonces, los años 2011 y 2012 deberían ser vistos

como una pausa dentro de un largo ciclo positivo. Se trata de un país que, como la Argentina, sufrió la década perdida de los '80 y los enormes costos de los '90 al proponerse abrir su economía al mundo y abandonar el estigma de la alta inflación.

Si la situación internacional no se agrava, la pausa en el crecimiento no alcanzaría la gravedad de 2009. En 2011 el PIB estaría creciendo algo por debajo de 3 % y en 2012 algo por encima de esa cota. La posibilidad de volver a velocidad crucero desde 2013 en adelante tiene que ver, entre otras cosas, con el hecho que la política económica está probando tener capacidad anticíclica. A principios de 2011, preocupados por el ascenso de la inflación, el Gobierno y el Banco Central conjugaron esfuerzos fiscales y monetarios para desacelerar la demanda agregada y hacer descender un par de escalones la marcha de los índices de precios. La economía efectivamente se

frenó y la inflación comenzó a ceder, justo cuando el mundo entró en un cono de sombras por la irresuelta crisis de la eurozona.

A partir de agosto, las autoridades giraron unos cuantos grados, iniciando un ciclo de recortes sucesivos de tasas de interés que no ha concluido. El descenso de la Selic fue parte de un cambio visible en el mix de políticas, ya que el tipo de cambio dejó de ser un ancla para estabilizar los precios y pasó a ser un escudo frente a las turbulencias internacionales. El giro se apoyó en bases sólidas, ya que la política fiscal había estado haciendo su parte. El superávit primario del sector público pasó de 2,8% del PIB en 2010 a un estimado de 3,2% en 2011. La moderación del gasto público y privado se expresó, a su vez, en una ampliación del superávit de la balanza comercial, desde 20 mil millones de dólares en 2010 a un estimado de U$S 33 .000 millones en 2011. En ese lapso, las reservas del Banco Central treparon de U$S 280.000 a 350.000 a 350 millones. Sobre la base de esos guarismos fiscales y externos, se forjaron las condiciones para el movimiento

descendente de la tasa de interés, que posiblemente no se detenga hasta una Selic de 9% anual a mediados de 2012. El tipo de cambio, que había perforado el piso de 1,60 reales por dólar a mediados de 2011, se acomodó al nuevo escenario externo y al nuevo mix interno de políticas, para oscilar entre 1,75 y 1,85 reales por dólar, aliviando parcialmente los problemas de competitividad.

Mejores instrumentos

La diferencia del Brasil del presente con el de los '90 e incluso de la primera parte de la década anterior es nítida en cuanto a la posibilidad de utilizar los distintos instrumentos de política económica y que las variables nominales y reales respondan a esos movimientos. La baja inflación, la moderada deuda pública y el achicamiento relativo de los pasivos externos son claves en ese mayor margen para hacer política económica. Por caso, las reservas del Banco Central superan en la actualidad al total de pasivos externos, tanto del sector público como del privado. Sin embargo, Brasil enfrenta un severo limitante para aspirar a tasas de crecimiento del PIB acumulativas por encima de 5% anual. La restricción tiene que ver con el nivel de ahorro interno, escaso para poder financiar ambiciosas tasas de inversión. En los años en que Brasil supera la cota de crecimiento de 5%, el sector externo empieza a arrojar luces amarillas, debido a la suba en paralelo del déficit de la cuenta corriente del balance de pagos.

Por su dimensión continental, el sector externo representa no más de 20% del PIB, por lo que el bonus de los términos de intercambio ha significado una mayor capacidad de ahorro/gasto del orden de 1,4% del PIB, sólo un tercio del bonus estimado para la Argentina, del orden de 4,6% del PIB. Esto porque importa tanto la evolución de los precios de exportación versus los de importación, como el grado de apertura de cada economía. Aun con la limitación originada en el bajo nivel de ahorro interno, el atractivo de Brasil como socio parece ya no ser cuestionado desde

el lado argentino. Lo que falta es mayor consenso para asumir un proceso de integración más

agresivo que el experimentado hasta el presente. Es la ambivalencia que genera convivir con un

país de atractivo mercado interno, pero también de creciente poder en la escala internacional.

Después de todo, nuestro vecino pelea palmo a palmo con Gran Bretaña por ser la sexta economía

del mundo por tamaño del PIB, siendo muy probable que ocupe un lugar en el top 5 antes de que

termine la próxima década.

(De la edición impresa)

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