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Desaceleración de la actividad y restricciones de oferta

Menos dinamismo que en 2010.

19 agosto de 2011

(Columna de Martín Apaz, economista de Deloitte)

Luego del pico alcanzado a principios de 2010, para el caso del sector industrial, y a mediados del mismo año, para el caso de toda la economía en su conjunto, la tasa de expansión interanual del nivel de actividad se ha estado desacelerando ininterrumpidamente desde aquellos días. Luego de alcanzar un ritmo máximo de crecimiento de 14,0% durante febrero de 2010, el sector manufacturero aumenta actualmente a una velocidad de 4,2%.

Puesto de otra manera, la producción industrial se expande por estos días a menos de un tercio de la velocidad a la que crecía hace un año y medio. Más aún, la tasa de crecimiento actual resulta inferior al 7,5% anual promedio registrado entre 2005 y mediados de 2008 (época en la que se inicia la peor fase de la crisis financiera/económica internacional). La situación no luce muy diferente cuando se analiza la dinámica reciente de la actividad global.

Según los datos del Indice General de Actividad (IGA), la economía ha estado creciendo a un ritmo cada vez más bajo durante los últimos trimestres. Mientras que hacia junio de 2010 el IGA evidenciaba tasas de expansión en torno al 10,5% interanual, actualmente el ritmo de aumento se redujo hasta el 5,6%. Al igual que sucede con la producción industrial, la velocidad a la que se expande por estos días la economía resulta inferior a la que se registró entre principios de 2005 y mediados de 2008 (5,6% interanual hoy vs. un promedio de 8,5% durante aquel período).

Ante esta situación, la primera pregunta que surge es si la desaceleración del ritmo al cual se expande la actividad económica está asociada a un debilitamiento de los niveles de demanda. Y la respuesta es, sin dudas, negativa. A diferencia de lo que sucede con la oferta de productos y servicios internos, la demanda sigue creciendo a ritmo acelerado. Hay distintas evidencias que

confirman esta última afirmación.

En primer lugar, según datos de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), las ventas minoristas (en cantidades) crecen actualmente a un ritmo de 6,1% anual, sin que se evidencie una tendencia a la desaceleración. Más aún, la tasa de expansión que existe por estos días no se encuentra muy por debajo de los registros observados en los meses previos al inicio de la crisis internacional (época durante la cual las ventas minoristas crecían a una velocidad promedio de 8,0% anual). En el mismo sentido, se mantiene a muy buen ritmo la venta de automóviles en el mercado interno, con una tasa de expansión interanual que oscila por estos días en torno al 30%.

Por otro lado, también las importaciones continúan expandiéndose a una velocidad alta (e incluso superior a la registrada en el período previo a la crisis financiera/económica global). Mientras que entre 2005 y 2008 las cantidades importadas crecieron a un ritmo anual promedio de 19,4%, durante el 1er. semestre de 2011 la tasa de expansión resultó de 26,0% anual (un ritmo cinco veces superior al que crecen las cantidades exportadas).

Ahora bien, si el problema no está en los niveles de demanda (que, tal cual vimos, sigue creciendo a buen ritmo), podría pensarse que la desaceleración de la velocidad a la cual se expande la oferta de bienes y servicios producidos está asociada a un deterioro de los niveles de competitividad

(desviando buena parte de la fortaleza de la demanda interna hacia productos de origen foráneo).

Sin embargo, ésta tampoco es la causa. La razón es sencilla: si este fuera el caso, la desaceleración

del crecimiento de la oferta debería estar siendo acompañada por una menor “presión” en términos de utilización de los recursos productivos disponibles (básicamente, capital físico, capital humano y energía). Nada de esto está sucediendo. Por el contrario, los niveles de utilización de los factores se encuentran muy elevados.

El uso promedio de la capacidad instalada industrial osciló durante los últimos 12 meses en torno al 78,6%, siendo éste el valor más alto observado desde el abandono de la convertibilidad. Más aún, el registro actual se ubica muy por encima de los niveles que existían a mediados de 2008 (cuando, en promedio, se usaba el 74,7% de la capacidad instalada industrial).

Lo mismo sucede con la disponibilidad de mano de obra calificada. Actualmente en la Argentina existe una relación inversamente proporcional entre la tasa de desempleo y el nivel de educación/capacitación (definido a través de la cantidad de años de estudio) de los trabajadores que componen la fuerza laboral. Para el cuartil (25% de la PEA) de menores ingresos y también menor nivel de capacitación, la tasa de desempleo es actualmente de 18%, mientras que para los cuartiles de mayores ingresos y mayor nivel de capacitación, la tasa de desempleo resulta inferior al 6,0%. Puesto de otra manera, mientras que los trabajadores relativamente poco capacitados

encuentran importantes dificultades para conseguir trabajo, el segmento de trabajadores relativamente muy capacitados se encuentra actualmente muy cerca del pleno empleo.

Asimismo, otro tanto puede decirse de la situación energética. Las recientes restricciones de gas sufridas por diferentes sectores industriales representan una prueba clara e inequívoca en cuanto a que la capacidad ociosa en materia energética es inexistente. Para concluir, resulta claro que la

desaceleración del ritmo al cual se expande el nivel de actividad interno no es producto de la debilidad de la demanda ni de la caída de los niveles de competitividad.

Por el contrario, es consecuencia directa de las variadas restricciones en términos de capital físico, trabajadores capacitados y energía que existen por estos días. Lamentablemente, hasta ahora no se ha hecho demasiado para alinear los incentivos que permitan acelerar los flujos de inversión en cada uno de estos items. Más aún, incluso cuando se decidiera empezar a generar dichos incentivos, las restricciones de capital físico, de recursos humanos capacitados y de energía seguirán presentes en el corto plazo y, junto con ellas, también la imposibilidad de que el nivel de actividad interno acelere significativamente su ritmo de expansión.

(De la edición impresa)

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