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El modelo económico puede recuperarse con superávit fiscal

Las cuentas públicas, el gran desafío.

25 julio de 2011

(De la edición impresa)

Desde 2003 al 2011 la economía argentina creció por encima de las de América Latina, dinamitó el desempleo y redujo a más de la mitad la pobreza. Alcanzó records en inversiones (muy por encima de Brasil), de producción industrial, de cosechas, de exportaciones y de reservas en el BCRA.

Con la creación de 5 millones de puestos de trabajo, la incorporación de 2,5 millones de nuevos jubilados y de 3,5 millones de menores de edad beneficiados con AUH, es fácil entender porqué en el Gobierno lo llaman modelo productivo de inclusión social.

En los últimos años se reincorporaron al circuito económico a 11 millones de personas que habían sido excluidas entre la última dictadura y la convertibilidad, sobre una población total de 40 millones (27,5%). También se renegoció la deuda externa en forma tan exitosa, que el país camina por primera vez en décadas sin esa mochila sobre su espalda.

Pero el modelo perdió la robustez que ostentó en sus números macroeconómicos y que permitieron tantos buenos resultados en tan poco tiempo. Ya no dispone de superávit fiscal y pierde rápidamente el superávit externo. El tipo de cambio, si bien está lejos de estar atrasado, ya no defiende tan claramente la producción nacional y la inflación está estable, pero en niveles elevados, ante la necesidad del Gobierno de pagar la deuda con reservas y emisión.

El deterioro del modelo proviene del deterioro fiscal. Los tres puntos de superávit que observó

hasta 2008, no sólo otorgaban al Gobierno una real independencia de los mercados financieros,

sino que al mismo tiempo disponía de ingresos para comprar dólares sin emitir ni endeudar

al BCRA, y con ello mantener el tipo de cambio en niveles elevados como principal defensa del empleo y el saldo comercial.

En 2009 con la crisis internacional y la sequía local, el Gobierno oportunamente utilizaba el superávit fiscal en forma anticíclica para paliar la crisis y reactivar la economía. Desde 2010 la

economía crece nuevamente y el volumen de la cosecha se recuperó, pero nunca volvió la posición fiscal que se disponía previo a la crisis. De un superávit primario de 3% del PIB en 2008 se pasó a un déficit de 0,4% en 2010 y 2011.

La ausencia de superávit fiscal llevó al BCRA a hacerse cargo, no sólo de la defensa del tipo de

cambio (y por lo tanto del saldo externo y el empleo), sino también del pago de la deuda pública

del Gobierno. Dicho de otra manera, el BCRA emite para sostener el tipo de cambio y emite para financiar al Tesoro. Por ello, junto a la expansión del crédito, los agregados monetarios

crecieron al 38% interanual en junio último. En tanto, la economía crece al 7%.

No deja de ser cierto que aun sin superávit fiscal el Gobierno se desendeuda, pero lo que antes

pagaba con impuestos, ahora lo hace con inflación. Si el diagnóstico no es errático, puede deducirse que la inflación no se acelerará pero tampoco bajará significativamente hasta que el Gobierno no recupere parte del superávit fiscal perdido tras la crisis, o recupere el acceso a los mercados financieros a tasas que no comprometen el futuro.

Países de la región tomaron otros caminos. Brasil tiene muy baja inflación porque no emite

para sostener la moneda y tampoco lo hace para financiar al Tesoro, que coloca constantemente

deuda en el mercado. Pero el resultado no es inocuo. Como consecuencia, por no impedir que su moneda se aprecie, no sólo crece menos y tiene un preocupante déficit externo (de 2,5% del PIB), sino que la creciente colocación de títulos en el mercado para financiar el déficit público no le permitió, pese al buen contexto económico, disminuir la deuda pública que se mantuvo en torno al 70% del PIB durante toda la gestión de Lula.

La crisis subprime apagó la usina de ideas del Norte y tampoco son todas rosas en el socio mayor del Mercosur, por lo que en lugar de copiar modelos externos, se puede intentar recuperar el superávit fiscal para no cargar con tantas responsabilidades al BCRA y volver a ser independientes de los mercados financieros. Sostener el dólar, financiar al Tesoro y expandir el crédito, demanda más pesos de los que la economía puede absorber creciendo al 7%.

El contexto externo y el crecimiento económico otorgan la oportunidad de recuperar el superávit fiscal, no sólo para sostener un tipo de cambio que defienda el empleo y el saldo externo, sino también para disponer de recursos fiscales que permitan actuar anticíclicamente cuando el contexto nuevamente lo requiera.

Por último, el modelo no sólo se mide por la magnitud del superávit o el valor del tipo de cambio. También es parte de un modelo la reivindicación del papel del Estado en la economía, la negativa a volver al Consenso de Washington, desendeudar al Estado, tener como prioridad el empleo por su rol social en el armado de todo núcleo familiar, y una política exterior con mirada latinoamericana.

Si el modelo se juzga por estos principios, entonces se muestra intacto. Pero para que continúe otorgando resultados, más vale dotarlo nuevamente de herramientas.

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